No siempre se hacen citas acertadas; algunas veces se recurre a una cita, pero lo expresado en la cita no tiene mucho que ver con aquello que se quiere justificar. Sobre todo ocurre esto cuando la cita se refiere a sucesos del mundo clásico. No siempre se ha estudiado la historia de aquellos tiempos con el necesario sosiego; nos fiamos de conversaciones o afir-maciones de personas a las que consideramos informadas y, sin embargo, nuestra confianza es excesiva.

Tal vez por eso me ha llamado la atención el artículo de don Ramón Pérez Maura que aplica a un hecho español de actualidad una cita de Cicerón atacando a Catilina, gran conspirador del mundo romano, que pretendía, en aquel ambiente republicano, conseguir para sí un poder absoluto, con el fin de dominar la República señora del mundo. El ambiente político romano estaba muy alterado por aquellos intentos de Catilina. Su campaña era ya tan dilatada que peligraba, al parecer, la opinión de los señores que dominaban la situación. Y aquel peligro excitó el ánimo del paciente Marco Tulio hasta tal punto que irrumpió en la reunión con el exabrupto más violento que pronunciaron sus fecundos labios: "¿Quousque tándem abutere, Catilina, patientia nostra?". (Catilina: ¿Hasta cuándo vas a abusar de nuestra paciencia?". Aquel principio era el anuncio de unos discursos furibundos (4). Y muy fuerte fue, en efecto, la perorata del romano que enseñó el más perfecto latín al mundo. Tan fuerte fue el ataque de Cicerón a las pretensiones de Catilina que los esfuerzos de este se disiparon y debió proceder al propio destierro de Roma, sin renunciar a seguir aspirando a ocupar el poder romano, hasta que murió luchando valerosamente en el centro de la actual Italia.

El caso de Cicerón y Catilina es célebre y está en la memoria de todos los que se han asomado al mundo clásico en aquel siglo primero. La aplicación de la cita la hace recientemente don Ramón Pérez Maura, ante una decisión de la Fundación Princesa de Asturias. Se trata de que esta Fundación ha otorgado el Premio Princesa de Asturias a una señora, en atención a "sus méritos conseguidos a lo largo de su vida". Sin duda el señor Pérez Maura es partidario del dicho antiguo cuyo enunciado es: "Bonum ex integra causa; malum ex quocumque defectu" ("La fama del bien exige que todo se haga bien; para la del mal es suficiente cualquier defecto"). Si la concesión del premio a la señora beneficiaria del mismo fuera por uno, varios o muchos actos dignos de mérito, no habría nada que oponer, puesto que esa señora ha realizado muchas obras meritorias en pro del mundo; pero darle el premio por toda su trayectoria no es admisible, por un hecho muy doloroso en un país amplia y recientemente azotado por el terrorismo, aunque ella lo hiciera después del acto de terror ocurrido en los Estados Unidos de América aquel luctuoso 11 de septiembre. Incurrió la señora en cuestión en la defensa del terrorismo cuando expresó su sentir con estas palabras: "Mucha gente, cuando hubiese pasado la conmoción", pensaría "que los EE UU se lo habían buscado" y que "los matones del mundo, aunque tengan su corazón a salvo, acabarán pagando el precio". No es admisible que en un acto de terrorismo tan atroz se considere a las víctimas culpables del mismo. Ese solo detalle es para don Ramón Pérez Maura suficiente obstáculo a la concesión de un premio "en atención a su trayectoria de toda la vida".

Parece que tampoco ese único acto de la Fundación Princesa de Asturias justifica la cita de Cicerón en palabras del señor Pérez Maura. Él quiere referirse a una conducta seguida por la Fundación interesada y por otras instituciones de nuestra patria, que se dedican a premiar, o a elogiar, a personas incursas en el terror, cuando su comportamiento, en algún caso especial o en algunos más o menos importantes, es vituperable y digno del más firme rechazo. Vienen a la memoria, hablando de esto, nombres como De Juana Chaos, Otegui? A los que, solo por algún rasgo de bonhomía, hasta se les ha aplicado el calificativo de "hombres de paz"; o se les conceden permisos no bien vistos por la generalidad de la población. Puede alterar la tranquilidad del paciente pueblo español la concesión de premios o el permiso para realizar acciones -muy aceptadas en otros ciudadanos- a personas que merecen trato excepcional porque excepcional, para mal, ha sido su conducta.