Aún emocionado y con los ojos húmedos, decido hablarles de personas, de unas que llegan de otros países y de nosotros. La emoción me la produjo un vídeo de escasos minutos. Se trata de un mensaje de Amnistía Internacional. Pretende darnos otro punto de vista sobre los refugiados, sobre los miedos y el rechazo a personas de otros países, otro color, otra religión u otra forma de vestir. Se sientan frente a frente desconocidos de un país de acogida como Reino Unido o Alemania, con otras personas refugiadas de Siria o Eritrea. Tienen diferentes edades. Se miran, alguno gesticula, otra llora, pero en todos los casos surge la necesidad de conocer al otro, de entender qué le ha pasado, de contar su vida y de escuchar. Se trata de empatía y se manifiesta con una mano tendida, un abrazo, unas niñas que juegan; no importa que no entiendan lo que dicen, hablan el lenguaje universal de la fraternidad. El mismo que utilizaríamos la mayoría de españoles y europeos en esa circunstancia. ¿Por qué entonces el drama de los refugiados? ¿Por qué los dirigentes europeos han tomado decisiones tan graves para millones de personas? Hace unos meses se demostró que la ciudadanía apoyaba el acogimiento de refugiados. Diferentes ayuntamientos e instituciones manifestaron su disposición a la ayuda, numerosas familias se apuntaron en listas para recibir a otras que huían de la guerra y la violencia. ¿Qué ha pasado, qué ha hecho el Gobierno de España? ¿Qué medidas ha tomado la Unión Europea? El gobierno de Rajoy no ha hecho nada de nada, el de la Unión sí, decidieron deportar a Turquía a todos los refugiados que lleguen a Europa. Una medida que vulnera la Declaración Universal de Derechos Humanos. Nuestros gobernantes deben estar calculando que la mayoría de los ciudadanos tenemos miedo a una "oleada", o que nos estamos volviendo xenófobos y racistas. Creen que el crecimiento de los partidos ultraderechistas en Francia, Austria o Alemania apunta en esa dirección y como nos toman por idiotas, pues nada, cerremos fronteras para que nos sigan votando. Todo bien aderezado con historias de terroristas infiltrados y otras tonterías. En ello están Angela Merkel y compañía.

Me produce una desazón enorme encontrar cada mañana noticias de naufragios en el Mediterráneo. En los últimos diez días más de mil personas se han ahogado. Siento vergüenza y me hace pensar que ahora, en estos tiempos, los bárbaros somos nosotros. Los extranjeros que llegaban a la antigua Grecia eran llamados bárbaros, al parecer porque al no hablar el griego, su lengua sonaba como un balbuceo incomprensible, un cierto "bar-bar", de ahí el exónimo peyorativo: bárbaro. Pero hoy nos podemos entender con cualquier foráneo. ¿Por qué esta cerrazón de nuestros políticos? Tengo la respuesta bastante clara, por culpa nuestra, sí, mía y de ustedes, que estamos, por activa o por pasiva, permitiendo que estos sinvergüenzas decidan barbaridades como las deportaciones a Turquía. Todavía votamos en los países de la Unión Europea, no desistamos de nuestra responsabilidad. Dentro de unas semanas lo volveremos a hacer en España. Que no se nos olviden las propuestas de unos y otros ante la tragedia de los refugiados, algo que nuestro país ya sufrió al final de la Guerra Civil. Cientos de miles de españoles fueron acogidos en Méjico, Argentina, Uruguay y otros países europeos. No debemos olvidar aquella barbarie y aquel terrible exilio, solo soportable gracias a la solidaridad de aquellos países hermanos.

"Si queremos solidaridad universal, tenemos que volvernos universales, necesitamos incorporar cierta distancia hacia nuestro mundo vital", dice Zizek, filósofo y crítico cultural esloveno. También propone que a corto plazo se actúe sobre el terreno, proporcionando a los refugiados centros de acogida próximos a los conflictos y organizar transportes directos a los países europeos, con el fin de evitar las mafias traficantes de personas. Además, a medio plazo, solo se acabará la guerra de Siria neutralizando a sus promotores, Arabia Saudí, entre otros.

Quiero terminar recordando a Voltaire, célebre ilustrado francés, autor del "Tratado sobre la tolerancia" y de "Cándido o el optimismo", defensor del uso de la razón frente a fatalismos y abusos, se preocupó de los diferentes pues debían ser comprendidos desde la misma razón. Llegó a estar preso dos veces en la Bastilla y suyo es el grito: "Desarraigados del mundo, uníos". También fue uno de los primeros europeístas. En definitiva, propone luchar contra el integrismo, la ignorancia y la indiferencia. Una advertencia de validez universal de la mano de este genial irreverente: "Todo aquel que tenga el poder de hacerte creer tonterías tendrá el poder de hacer que cometas injusticias".