En la mayoría de las iglesias de España se celebra hoy la solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, el Día del Corpus. Jesucristo nos ama tanto -a ti y a mí, a cada uno de nosotros, a toda la humanidad- que se queda con nosotros en este sacramento de su presencia real. No es una imagen, no es un símbolo. No es "como si estuviera en el pan y en el vino". Nada de esto. Es una presencia real y auténtica. Después de la consagración el pan ya no es pan, es el Cuerpo de Cristo. Después de la consagración el vino ya no es vino, es la Sangre de Cristo.

Quizá alguno me pida una demostración científica de todo esto. Bajo qué leyes científicas se produce esta transformación. No hay ninguna ley científica, no hay ninguna explicación racional. Todo lo científico entra en la esfera del hombre, del mundo. Todavía hay muchas cosas de este mundo para las que no tenemos explicación, pero mediante la investigación podremos llegar a conocerlo. Porque son cosas que pertenecen al ámbito de la capacidad humana. Está al alcance de la inteligencia del hombre. Pero esto no es algo que hagamos los hombres. Por mucho que investiguemos, que exploremos, que propongamos hipótesis o teorías, jamás podremos saber cómo se produce ese cambio esencial. Porque esa transformación del pan en su Cuerpo, del vino en su Sangre, la hace el propio Jesucristo, con su poder y capacidad divinas. Por eso está fuera de la órbita de este mundo. Si pudiésemos saber el cómo, ya seríamos capaces nosotros de reproducirlo.

La relación del hombre con Dios y con las cosas de Dios viene marcada por la fe. No por la ciencia. Hay que tener fe. Sin fe, con la sola razón, es imposible. Pero no es una fe ciega o en el vacío. Es una fe ayudada por la razón y por la propia experiencia personal, vivida en la Iglesia, en la comunidad cristiana. No trates de poner elementos humanos a lo que es de Dios. Porque es como si pretendieses vestir a una persona que mide dos metros de altura con el pantalón de un niño de dos años. Le queda muy pequeño. La fe te llevará a comprender estas cosas de Dios. Y adorarás a Jesucristo presente en su Cuerpo y en su Sangre, bajo la apariencia externa de pan y de vino. Lo creerás por la fe. No buscarás otras explicaciones.

Y verás que dejando que Cristo venga a tu vida (una vida, que es como una casa, está limpia, preparada, acondicionada para que venga el invitado más ilustre y que más nos ama), todo es muy diferente. Además, el propio Cristo limpia tu vida, saca toda la porquería que te impide vivir en paz, perdona tus pecados, si estás arrepentido de todo. Y entonces sí disfrutarás plenamente de ese encuentro íntimo y comunitario con el Señor, en su Cuerpo y en su Sangre.