Uno en la derecha ultraconservadora y otro en la izquierda radical, Donald Trump en Estados Unidos y Pablo Iglesias en España, tratan de convencerse a sí mismos y a los demás de que pueden convertirse en los próximos presidentes, Trump del más poderoso país del mundo y el de Podemos como la personificación del cambio en un sistema democrático gravemente erosionado por décadas de bipartidismo alternativo PP-PSOE y por la corrupción e incompetencia de su clase política.

Es un afán legítimo el de Podemos pero difícil en cualquier caso, sobre todo en un país tan ferozmente inmovilista como el nuestro y donde el truco del miedo puede que esta vez les funcione a Rajoy y los suyos para forzar el continuar en el Gobierno. Más fácil, sin embargo, puede que lo tenga Trump, de quien ya no se duda que será nominado por su partido, el republicano, para enfrentarse en las elecciones presidenciales a la más que presumible líder demócrata Hillary Clinton.

Y es que, como Podemos en España, pese a haberse iniciado en las precampañas de una manera devastadora, como la entrada de un elefante en una cacharrería, cuentan que el millonario está sabiendo revertir muy bien la situación. Aparte de que en EE UU la gente, aunque muy conservadora igualmente en amplios sectores sociales, no se tiene tanto temor al porvenir y no se le puede ir con ese mensajes de yo o el caos y del más vale lo malo conocido, que tanto gusta a la derecha española.

Hoy día se piensa, muy seriamente, que Trump puede acceder a la Casa Blanca pues su rival, la señora Clinton, aún arrastra debilidades de los años de presidencia de su marido, y por otra parte las expectativas de su sucesor, Obama, tan grandes al principio se han quedado en bien poca cosa, en más voluntad que realidad. A favor de Clinton puede jugar el hecho histórico de que sería la primera mujer que llegase a presidenta del país, un nuevo hito tras el triunfo de un negro, Obama, hace ocho años.

Mal empezó el famoso millonario -famoso también por la belleza de sus esposas y sus caros divorcios- cuando arremetió contra los inmigrantes mejicanos e hispanos en general, proponiendo un gran muro fronterizo. Pero supo girar a un lado, advirtió que los emigrantes en condiciones legales son unos estadounidenses más, y que para los ilegales se promoverían fábricas y negocios al otro lado de sus fronteras para que pudiesen vivir dignamente en su tierra. Lo cierto es que ya cuenta ahora con el apoyo de grandes comunidades de habla hispana que le prometen su voto.

No solo ellos, claro, sino la clase trabajadora en general, la parte pobre de la población de color, los marginados por la crisis, los que nada tienen que perder, que como en todas las partes, son auténticas legiones. En contra, los sectores profesionales y especializados aunque el candidato se tiene por un gestor que empleará fórmulas empresariales para mejorar la situación si llega a la presidencia. El "tea party" vuelve a funcionar en busca del revulsivo, según ellos, que sirva para confirmar los valores eternos de Estados Unidos. No lo va a tener fácil Trump, no, pero aun así lo tendrá más fácil que Podemos aquí.