Ya comienza el festejo, el fuego cruzado de fusiles y morteros que ilumina la lóbrega noche de indignados y agraviados con el esplendor de la ominosa zozobra y la hecatombe. Ya comienza el barullo de las mentiras piadosas y sus ofendidas réplicas, atentas a descubrir la traición y la maldad ante la impostada inocencia o lata impericia. Se recortarán las pensiones, se suprimirán los viajes del Imserso, se aumentarán los impuestos y se cerrarán escuelas y hospitales para satisfacer la insaciable voracidad del capital y su títere gobierno. Todo será válido en la altruista y generosa batalla por el poder, así se ofusquen las estrellas y quedemos todos cegados.

Astuto y sensato, Rajoy ha filtrado su carta a Jean Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, para marcar posiciones y obligar a sus adversarios a mostrar sus carencias y debilidades. Con ánimo templado, asegura que España ha hecho un esfuerzo para ceñirse al Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la UE y que lo seguirá haciendo. Para evitar la penalización por la desviación reiterada del déficit asignado (5,1% frente al 4,2% del PIB en 2015), nuestro presidente le pide al de la Comisión Europea que entienda las difíciles circunstancias que atraviesa nuestro país en el marco de la desaceleración del crecimiento mundial, la baja inflación y el calendario electoral, y le asegura que "en la segunda mitad del año, una vez haya nuevo gobierno, estamos dispuestos a adoptar nuevas medidas, si se requieren, para cumplir con ese objetivo". Esta prudente misiva ha provocado la rauda respuesta de sus adversarios, que tras afirmar su voluntad de laxitud en el cumplimiento y su deseo de prolongación de los plazos, acusan a Rajoy de atrevido, de mentir y ocultar futuros recortes o de vergonzante sumisión al organismo europeo.

Mientras Rivera le sugiere contención, pues "no debe aventurarse a tomar decisiones cuando no sabe quién gobernará después de las elecciones", Sánchez asegura que Rajoy "vuelve a engañar a los españoles", al prometer una bajada de impuestos que no piensa cumplir, y Nacho Álvarez, el responsable económico de Unidos Podemos, nos advierte de que sus "rebajas fiscales son los recortes del futuro". Si en estos febles argumentos fundamentan sus adversarios la salida del presidente en funciones del Palacio de la Moncloa, mucho me temo que tendrán Rajoy para rato.

No le faltaría razón a Rivera al aconsejar a Rajoy "no tomar decisiones" previas al resultado electoral, si este asumiera como propia esa toma de decisiones. Pero el plural "estamos dispuestos" de la carta parece referirse al país y no al nuevo gobierno que "haya" en la segunda mitad del año, pues como afirma De Guindos, "los compromisos de España con Europa son independientes de los gobiernos". Queda patente, sin embargo, la intención de Rajoy de convencer al presidente de la Comisión de nuestra voluntad de cumplirlo para así evitar la inminente penalización por su incumplimiento, con lo cual realza su talla de gobernante frente a sus competidores. Sorprende, por otra parte, la réplica de Sánchez sobre el supuesto engaño de Rajoy, pues aunque este ha prometido una bajada de impuestos -si fuera posible- y él anuncia uno nuevo para asegurar las pensiones, en la carta el presidente en funciones nada dice sobre incremento de impuestos ni nuevos recortes, sino tan solo alude a "nuevas medidas", además de las ya implementadas, para cumplir el objetivo del déficit asignado, y estas medidas que el nuevo gobierno pudiera acometer -sea este de uno u otro color-, bien podrían ser la supresión de los gastos superfluos, la lucha contra el fraude o la reforma fiscal, que con tanta pasión y coraje defiende el líder socialista como programa del Gobierno del cambio. Y sorprende, no menos, la afirmación de Nacho Álvarez sobre la irresponsabilidad e incoherencia de Rajoy al "decir en público lo contrario de lo que se dice en privado"; pues no parece incoherencia ni contradicción asegurar que se adoptarán esas nuevas medidas, "si se requieren", con la promesa de bajar los impuestos "si fuera posible", tropezando en estos errores, sin embargo, quien pretende un aumento del gasto de 96.000 a expensas de la lucha contra el fraude fiscal y de nuevos impuestos a las grandes fortunas.

Se puede y debe criticar a Rajoy por múltiples motivos, como la inacción frente el desafío separatista, la lenidad ante la corrupción, la resistencia a la necesaria regeneración democrática, la postergada reforma de la Administración, la no indagación siquiera de una reforma fiscal que redistribuya de modo equitativo la carga tributaria o la austeridad y parcialidad con que ha abordado la corrección del déficit presupuestario. Pero no parece razonable criticar su deseo de cumplir el Pacto de Estabilidad y Crecimiento que nuestro país ha firmado -y cualquier gobierno deberá cumplir bajo pena de multa abrasiva-, y menos aún hacer sangre por su comedido intento de convencer al supervisor europeo, a pesar de nuestras reiteradas desviaciones, sobre nuestra firme voluntad de cumplirlo.