Así se quedó Pep Guardiola, además de con cara de mala leche, en su despedida de Munich. Estoy por apostar que esa despedida en concreto no la olvidará en su vida. Y no solo porque celebró un doblete, otro más en su carrera, o porque la afición le agradeció los siete títulos conseguidos con el club teutón, sino porque lo hicieron al ritmo de la canción de Manolo Escobar, tan apreciada dentro y fuera de Alemania, "¡Qué viva España!". ¡Si hubiera sido "Els Segadors"! ¡Pero no fue así y los alemanes no conocen el himno catalán como conocen la canción de Escobar. A Guardiola solo se le puede complacer hablándole de Catalonia. El resto de la península Ibérica no existe. Y de existir, se trata de un suburbio indeseado.

El técnico catalán nunca ha ocultado sus inclinaciones políticas. Podría aspirar a la Alcaldía de Barcelona, a sustituir a Puigdemont al frente de la Generalitat, pero no es eso, sus inclinaciones políticas son separatistas. A Guardiola no se le puede mentar España si no es para ponerle de mala leche. Por eso, cuando con cariño los hinchas entonaron la canción, decidió quedarse en un discreto segundo plano, como abochornado, para dejar que el resto de españoles del equipo, Thiago, Xabi Alonso y compañía, fueran los que celebrasen y cantasen con los seguidores. Ni abrió la boca para musitar un quedo ¡viva España! Si hubiera sido ¡visca Cataluña!, otro gallo le hubiera cantado.

A este señor habría que declararle persona "non grata". Pero es que el resto de los españoles que habitamos el "suburbio" no somos así. Encima, le admiramos por sus proezas deportivas. Incluso jaleamos su nombre con admiración y respeto. Hombre, nadie le pide que nos admire, pero sí que nos respete. Pero eso no va con este señor. Luis Enrique, que no es santo de mi devoción, ha dicho bien clarito que no es conveniente mezclar fútbol y política, el pobre dirige al equipo del club más politizado del mundo. En torno al Barça todo es política, dentro y fuera del club azulgrana.

Para Guardiola constituía un demérito aunque hubiera sido tararear la conocida canción que, mal que le pese, es la que más cantan en Europa para identificarnos a todos los españoles. Es como un himno que se corea con respeto. Ahora, el técnico catalán se va a probar otros aires que, a buen seguro, le sentaran igual de bien. La próxima temporada entrenará al Manchester City. Y será vecino de un viejo conocido, dudo que amigo, José Mourinho que ya es el flamante entrenador del Manchester United en sustitución de Van Gaal.

Dos caracteres, tengo para mí, que son incompatibles. Dos soberbios. Dos pegados de sí mismos. Dos que se lo tienen todo creído, aunque a Mou, últimamente se le resistan los títulos. Puede que nos deparen algo más que titulares. O puede que nos llevemos la sorpresa de la temporada. La Liga inglesa promete, solo que con estos dos técnicos. Un portugués y un español de Cataluña, que pasó un mal trago en su despedida cuando le pusieron el archiconocido "¡Que viva España!" creyendo hacer un bien y lo "jodobaron" vivo. Pues, que se ande con cuidado no vaya a ser que el mal trago acabe en mal de ojo, en cuanto Mou levante el índice acusador e intente metérselo en su catalán ojo.