Miénteme. Dime que me quieres todavía como yo te quiero", le decía Johnny Guitar a Vienna (interpretada por Joan Crawford) al final de la película. Y es que Johnny se conformaba con eso, con escuchar esas palabras de amor, aunque no las sintiera la mujer de sus sueños. Y la Crawford se lo dijo "Te quiero Johnny". Y, al poco se acababa aquella película del oeste, cuya música aún suena en nuestros oídos, como si no hubiera pasado el tiempo, como si Johnny y Vienna fueran los Scarlett Johannson y Brad Pitt de ahora, por poner por caso.

Y es que, en determinados momentos, estamos dispuestos a creernos todo, porque lo necesitamos, porque deseamos creerlo, y porque, en el fondo, anida en nosotros el fútil sueño de que esa mentira llegue a convertirse en verdad.

Escenas como esa suelen repetirse durante los períodos electorales. Mentiras sobre mentiras. ¿Quién no se acuerda de aquella promesa de Zapatero de implantar en Zamora una empresa puntera en tecnología informática, o del aumento del empleo, sin subir los impuestos, que ofreció Rajoy? ¿Dónde se encuentran tales promesas? ¿De qué sirvieron? Esta situación se repite una vez tras otra, porque el electorado es bueno y confiado, y además, en ciertos momentos, necesita creer en algo, en alguien. De manera que, aunque después le llegue a doler el alma, prefiere dejarse engañar, como Johnny Guitar, porque en el fondo, durante un tiempo, puede volver a soñar con utopías y a jugar con ensueños y fantasías.

No se conoce aún que es lo que se estará cociendo en las cocinas de los partidos, si serán cuentos basados en las fábulas de Esopo o en las de Samaniego: hay que esperar demasiado de ellos. Pero como la gente es buena y vive malos tiempos, no resultará extraño que hagan como que se creen que la Crawford les ama, y que hará lo posible por acercarles a esa felicidad que tanto anhelan.

De manera que muchos ciudadanos volverán a repetir aquella escena en la que Johnny preguntaba "¿A cuántos hombres has olvidado?" y Vienna le respondía "A tantos como mujeres tú recuerdas". Y la vida seguirá, como si tal cosa, aunque algunos se sientan defraudados, mientras otros vivirán ese mismo tiempo repartiéndose honores y canonjías, y repitiendo al unísono que han ganado las elecciones.

Queda el consuelo que también habrá otros, que permanecerán impávidos en la trinchera, sin confundir el fuego real con el de artificio, ni el vino de Toro con el agua de borrajas. De la misma manera que habrá otro grupo de idealistas que se olvidarán de Johnny Guitar y se encarnarán en otros personajes, como aquel de Rick Blaine (Humphrey Bogart) que en "Casablanca", le decía al capitán Renault, aquello de "Louis creo que esto es el principio de una gran amistad"; o el de Orson Welles descifrando el significado de Rosebud en "Ciudadano Kane", que no era otra cosa sino una referencia a la infancia, la única época de la vida en la que el millonario Kane llegó a ser verdaderamente feliz.

Para que no falte de nada, unos pocos recitarán de memoria la letanía de pensamientos que nos dejó Marx, Groucho Marx, especialmente aquel que decía "Jamás olvido una cara, pero en su caso estaré encantado de hacer una excepción".

Cada uno viviremos dentro de algún personaje de ficción, y todo estará más o menos bien, todo menos que nos veamos obligados a imitar a Johnny Guitar.