En mayo de 1917, un periódico daba cuenta de la desaparición de los restos del gran satírico don Francisco de Quevedo. El ministro de Instrucción Pública enviaba un escrito al alcalde de Villanueva de los Infantes (Ciudad Real) preguntándole por el paradero de los mencionados restos. El alcalde contestó que la caja que se utilizó para llevar allí los restos de Quevedo estaba vacía en el Ayuntamiento.

No se encontraron actas de entrega de tales restos ni de que hubieran sido inhumados en el cementerio, a pesar de que se aseguraba que en 1863 habían sido entregados dichos restos en Villanueva de los Infantes.

Otra noticia muy posterior (19 de mayo de 2007) daba cuenta de que los restos de Francisco de Quevedo habían sido depositados, por entonces, en la capilla de la Virgen de la Soledad de la iglesia de San Andrés Apóstol de la localidad de Villanueva de los Infantes (Ciudad Real), en la cripta en la que originariamente fue enterrado en 1645. Este depósito, presidido por la consejera de Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, Blanca Calvo, se llevaba a cabo 342 años después de la muerte del insigne poeta.

El fémur derecho de Francisco de Quevedo, que mostraba la cojera que padeció el literato, sirvió de indicio para identificar los huesos de Quevedo que se encontraban entre otros restos humanos en la parroquia de San Andrés. Los huesos del poeta se encontraban en la cripta de la citada iglesia, junto con otros de animales, niños, jóvenes y ancianos, lo que obligó a hacer investigaciones hasta seleccionar un grupo de restos que cumplían el perfil del escritor, fallecido a los 65 años.

Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Ceballos nació en Madrid el 14 de septiembre de 1580 y falleció en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real) el 8 de septiembre de 1645. Conocido como Francisco de Quevedo, fue un famoso escritor del Siglo de Oro, destacando por su obra poético-satírica. Huérfano de padre a los seis años, demostró enseguida precoz inteligencia, llegando a estudiar Teología en Alcalá. Durante su vida estudiantil escribió algunos opúsculos burlescos, desvergonzados y de mal gusto. Destacó con la novela picaresca "La Vida del Buscón".

Estuvo preso varias veces por cuestiones políticas; Quevedo había salido ya del encierro en 1643, achacoso y muy enfermo, y renunció a la Corte para retirarse definitivamente en la Torre de Juan Abad, falleciendo en el convento de los padres dominicos de Villanueva de los Infantes, el 8 de septiembre de 1645.

Se cuenta que su tumba fue profanada días después por un caballero que deseaba tener las espuelas de oro con que había sido enterrado.