Casi tanto como los españoles está esperando la Unión Europea el resultado de las próximas elecciones generales del 26J, pues Bruselas espera que esta vez los peripatéticos políticos sean capaces de llegar a acuerdos para formar Gobierno. Y espera para sancionarlo, y muy duramente será, al parecer, por no haber cumplido España los objetivos de déficit impuesto. Tanto ahorro, tanta austeridad, y ya se ve para que ha servido: para aumentar hasta extremos históricos la deuda pública.

Y está vez el hecho sí puede calificarse de histórico sin reparos, porque hacía algo más de un siglo que el déficit -con el mínimo también histórico en la dictadura- no superaba el PIB y desde hace un par de meses así ocurre. Como para que Rajoy hable de recuperación económica. Lo cierto es que a día de hoy la deuda del Estado alcanza los 1.095 billones de euros, y lleva ya casi dos años encadenando números rojos en el Banco de España, superando así los objetivos marcados por el Gobierno para el presente ejercicio y rebasando igualmente las cifras del producto interior bruto, la producción nacional.

En la última década, durante la crisis tan mal gestionada primero por el impresentable Zapatero y ahora por Rajoy, que le va a la zaga, el volumen de deuda se ha disparado en 700.000 millones, una cantidad astronómica que supone para cada español un montante de 15.000 euros -750 al año- que de nuestros impuestos acabará saliendo, ya que los gastos siguen superando con mucho, pese a la dura presión fiscal impuesta por el Gobierno del PP, a unos ingresos a todos los efectos muy disminuidos. Y es que como dijo en su día un político, parece que el dinero público es de todos y de nadie.

Lo peor es que no se aportan soluciones para desbloquear una situación insostenible, con meses en los que el incremento del déficit llega a superar los 12.000 millones de euros. Y nadie sugiere ni siquiera una reflexión sobre el asunto pese a que todos los partidos y todos los españoles conocen la principal procedencia del débito: las autonomías, la desdichada forma de Estado concebida y ejecutada en los primeros tiempos de la transición y que hacen de nuestro país el que más políticos tiene, en el que mas gente vive de la política en cualquiera de sus muchas maneras. Aznar vuelve a recordarlo, pero el PP y el PSOE ni se lo cuestionan ni se lo han cuestionado nunca, dado lo bien que les va así, con todos los suyos, o casi, colocados, lo que se traduce en votos para seguir en el machito que es lo único que les importa. Y los demás, incluidos los nuevos, mucho menos todavía, ansiosos por gozar de esa gran bicoca.

Al menos podría ocurrírsele a algún emergente, a Podemos o a Ciudadanos, sacarlo a colación, ponerlo a debate, incluso pensar en un referéndum, como el que Podemos avala en Cataluña y donde sea menester, para que la población pudiese manifestarse sobre las comunidades, ese invento que sale tan caro, tan caro, que inexorablemente, más pronto o más tarde, conducirá a la ruina, porque ademas y según todos los indicios, los buenos tiempos de antaño, de las burbujas inmobiliarias, bancarias y todo lo demás, ya no volverán. Pero cuantas más tetas tenga la vaca más se puede chupar.