Durante los últimos años es habitual encontrarse, un día sí y otro también, en los distintos medios de comunicación (prensa, radio y televisión) con noticias poco confortantes con respecto al futuro de nuestra provincia. De entre todas las que suelen llamar más la atención se encuentra la pérdida de población. Y es que cada vez que los informes del Instituto Nacional de Estadística o los de otras instituciones relevantes sobre estas cuestiones recogen datos sobre los recursos humanos de Zamora, saltan las alarmas. Esta preocupación, sin embargo, no significa que el hecho de que esta provincia pierda efectivos demográficos tenga que ser negativo. Como he escrito docenas de veces, en principio, ni es negativo, ni positivo: depende de muchos factores y de muchas circunstancias.

Lo que realmente debería ocuparnos y preocuparnos no es que Zamora pierda población, sino sobre todo identificar las causas que han producido y aún producen una situación supuestamente catastrófica para muchos comentaristas y escribidores que se dejan seducir o aturdir por cualquier cifra demográfica. Y, por supuesto, una vez identificadas las causas del supuesto problema, actuar con las soluciones más pertinentes. Pero si las causas no se conocen y no se desentrañan con rigor, sobran todas las recetas que, con la mejor buena voluntad posible, se lanzan a los cuatro vientos para atajar el mal identificado. Repito, una vez más, que se gane o se pierda población no es en sí una ventaja o un problema. Los países que más crecen y aumentan sus efectivos demográficos son precisamente los mal llamados "subdesarrollados" o "en vías de desarrollo"; por el contrario, donde la población mengua o simplemente se estabiliza es sobre todo en los países con los niveles de desarrollo más elevados.

Lo que debería ocupar nuestros intereses no es que una provincia, como Zamora, pierda o gane habitantes. Lo más importante es que los residentes en cualquier territorio, llámense zamoranos, catalanes, rusos, argentinos, mexicanos o sudafricanos, vivan lo mejor posible y disfruten de unas condiciones aceptables de bienestar, entendido en sentido global y no solo económico. Por tanto, esta es la lección que deberíamos aprender todos los zamoranos, y no tanto preocuparnos por si cada año perdemos unas cuantas decenas de habitantes, que es cierto, pero que son muchos menos que los que se emigraron en los años cincuenta, sesenta y setenta del siglo XX, cuando en solo tres décadas de esta provincia tuvieron que coger las maletas cerca de 145.000 zamoranos. Por eso, nunca como en este asunto está de más recordar el viejo dicho popular: "De aquellos polvos vienen estos lodos". Pero aquí, sin embargo, seguimos sin entender realmente las causas de nuestros problemas. Y así nos luce el pelo.