Hoy celebramos en la Iglesia el domingo de la Santísima Trinidad y muchos seguirán pensando qué es eso de que Dios es Uno y Trino. Seguimos empeñados en intelectualizarlo todo y por ahí no es el camino. Lo más importante en esta fiesta que estamos celebrando sería el purificar nuestra idea de Dios y ajustarla cada vez más a la idea que de él quiso transmitirnos Jesús. Creer que podemos encerrar a Dios en conceptos es tan ridículo que no merece la pena gastar un minuto en demostrarlo.

No se confundan. De Dios no sabemos ni podemos saber absolutamente nada. La necesidad de explicar a Dios es fruto del yo individual que se siente fortalecido cuando se contrapone a todo bicho viviente, incluido Dios. Si tuviésemos claro que el camino para acceder a Dios es el camino de Jesús, otro gallo nos cantaría.

El evangelio del domingo transmite la experiencia de una comunidad de creyentes, no exenta de dificultades o inseguridades. Ellos saben que gracias al Espíritu tienen la misma vida de Jesús. Es el Espíritu el que, haciéndoles vivir, les enseña lo que es la vida. Esa vida es la que desenmascara toda clase de muerte (injusticia, odio, opresión). Lo que intentó Jesús con su predicación y con su vida fue hacer partícipes a sus seguidores de esa vivencia interna de Dios en cada uno de ellos y lo que hoy también los creyentes estamos llamados a transmitir.

Un Dios condicionado a lo que los seres humanos hagamos o dejemos de hacer no es el Dios de Jesús. Dios es amor incondicional y para todos. No nos ama porque somos buenos sino porque él es bueno. No nos ama cuando hacemos lo que él quiere, sino siempre. Tampoco nos rechaza por muy malos que lleguemos a ser. Esto tiene mucha carga y no todo el mundo acepta esta comprensión del Dios Amor. Esto es lo que significa decir Santísima Trinidad. Esta idea de que Dios solamente nos quiere cuando somos buenos, repetida durante tres mil años, ha sido de las más útiles a la hora de conseguir la docilidad del ser humano a intereses de gerifaltes o de grupos. Esta idea, radicalmente contraria al evangelio, ha provocado más sufrimiento y miedo que todas las guerras juntas.

El Dios de Jesús está en lo hondo de nuestro ser identificado con nosotros mismos. Siendo el amor en nosotros no puede admitir intermediarios. Esto no es útil para ningún poder o institución. Pero ese es el Dios de Jesús. Ese es el Dios que siendo Espíritu, tiene como único objetivo llevarnos a la plenitud de la verdad. Y aquí "Verdad", en contra de lo que se piensa, no es conocimiento sino Vida. El Espíritu nos empuja a ser verdad, ser auténticos. ¿Qué piensas tú?