En este ínterin de partidos transversales y calculadores, dispuestos a lo que sea con tal de gobernar después del 26J, seguramente el prototipo por excelencia ahora mismo pueda encontrarse en la coalición Unidos Podemos, la oportunista mezcla de IU con Pablo Iglesias y las franquicias de izquierda que conforman su grupo. Al menos, por lo que cabe deducir de las declaraciones de su secretario general, Pablo Echenique, un extremista que modera su discurso ostensiblemente, en busca de votos.

Dice el de Podemos, aunque no hace tanto viniese a pronunciarse por lo contrario, que el comunismo es algo viejo que no funcionó. Nos fastidió el historiador, aunque la especialidad de este político de doble nacionalidad, española y argentina, sean las matemáticas. Del fracaso rotundo del comunismo, que tantos millones de vidas ha costado, dan fe los pocos restos, países miserables, que quedan por el mundo a costa del dolor y la pobreza y la falta de libertad de sus habitantes.

Riza el rizo Echenique al asegurar que el comunismo, como la OTAN -y ahí le surge la vena- eran para un mundo que ya no existe. Solo en cuanto al marxismo tiene razón. En cambio, su aliado, el líder de IU, Alberto Garzón, ha declarado: "Yo soy comunista, pero Unidos Podemos no lo es". Solo que nadie acaba de creerles, y que a lo que se va es a sumar los cinco millones de votos que calculan que obtendrá Iglesias con el millón de votos que calculan a IU, lo cual daría lugar a un ascenso importante en el recuento de escaños, para tratar de quitar al PSOE la hegemonía de la izquierda.

Andan tan deprimidos los socialistas que todo es posible, y en todo cabe todo. Saben que, como sucediera en febrero, sin pacto con Podemos, sean primeros o segundos o terceros en las votaciones, nada pueden hacer, y que sus posibilidades de gobernar pasaron ya y difícilmente volverán. Ni siquiera con Ciudadanos contarán la próxima vez. Le animan los suyos a Pedro Sánchez, de cara a la galería, pero en el fondo la cúpula del PSOE, que no Sánchez, que quedaría por los suelos, la única forma que contemplan de tocar poder es la coalición con el PP. Una manera compacta del eterno bipartidismo, con la inclusión del partido de centro para disimular, y hacer como si algo cambia para que todo igual.

Es lo de las transversalidades, el invento de Podemos al asegurar que su partido no es de izquierdas ni de derechas, sino transversal y que por eso acumula votos procedentes de todas las partes, y puede que un poco así sea, pero su electorado es sobre todo joven y de izquierda, radical o en todo caso implicado en el cambio. Hasta el PP, que sigue aferrado a su discurso del miedo y promete rebajar impuestos como si alguien pudiese ya creer a Rajoy, se agarra a lo transversal y asegura que va a recuperar votantes de Ciudadanos y de Podemos. De Ciudadanos, seguro, pero de Podemos no se lo cree ni él. En realidad con lo que sueña el PP es con la gran coalición que les permita mantenerse a flote. Con los de Rivera ya cuentan dadas las debilidades que se observan en Ciudadanos y su afán de arrimarse al árbol que mejor sombra pueda dar. Así que solo faltaría el PSOE de Sánchez.