Por fin reina la cordura y se aplica la Ley del Deporte en un partido que pretendía ser una burla a la Constitución y a la Ley. Las banderas independentistas catalanas, las conocidas esteladas, y otros símbolos no constitucionales no podrán ser introducidos en el Vicente Calderón en la final de la Copa del Rey que, el próximo día 22, enfrentará a FC Barcelona y Sevilla, flamante quintacampeón de la Liga Europa. Lo que a una minoría encantaba, es decir, desafiar a la ley y provocar al resto de españoles, a una mayoría, que debe dejar de ser silenciosa, enfadaba. La autoridad competente ha tomado cartas en el asunto, ¡ya era hora!, se ha puesto las pilas y ha agarrado ese toro por los cuernos.

Quienes se han enfado hasta extremos impropios son el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, y la ínclita alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. Lo más seguro es que el palco del Vicente Calderón cuente con un par de asientos vacíos durante la final, porque uno y otra han anunciado que no se sentarán junto a otras personalidades como señal de protesta por la prohibición de acceder con sus famosas banderitas. No sé por qué me da que nadie les va a echar de menos. Lo que me preocupa es que dirigentes, en teoría no independentistas, como el presidente de la Generalitat Valenciana, el socialista Ximo Puig, asistan a la conferencia de prensa junto a Puigdemont, en la que este califica de "grave" la decisión, alegando que la estelada es "perfectamente legal y democrática". No lo sé, lo que sí sé es que se utiliza con otro fin bien distinto.

La alcaldesa de Barcelona, esa inútil irredenta que lo mismo arremete contra representantes de las Fuerzas Armadas, que desafía a la Policía Nacional o insulta por boca de otras a la Iglesia católica, sin venir a cuento, ha dicho que tal prohibición es "un inaceptable atentado a la libertad de expresión". Ya estamos. Libertad de expresión para los independentistas, para los demás, ajo y agua. No señora. Se ha aplicado la Ley. Es el primer acto de valentía que le veo a un gobierno de España, aunque esté en funciones. Lo mismo debería hacerse con otras banderas que no son la constitucional. Porque, por esa regla de tres, la extrema derecha puede sacar la del aguilucho y los grupos nazis la que contiene la esvástica. Pavor me da solo de pensar en ciertas banderas como esta última o la que esgrime el daesh.

Como no podía ser de otra forma, el Barça del lenguaraz Piqué ha mostrado también su "desacuerdo más absoluto" con la medida. Luego hablan del Madrid. El Barça a meter goles y demostrar todo aquello de lo que Luis Enrique blasona constantemente y a dejarse de políticas y de juegos políticos. Vale ya de vulnerar todo aquello que el resto de españoles contemplamos con normalidad y cumplimos a rajatabla. Aquí no hay nadie más que nadie. Ni españoles de primera ni españoles de tercera. Y eso se demuestra haciendo cumplir la Ley, también la del Deporte, sin contemplaciones para nadie, por mucha importancia que algunos se den o tengan en verdad.