Eso es lo que le dijo el rey, en su viaje a Extremadura para entregar el premio Carlos V, a una abuela que le pedía trabajo para las mujeres en paro: "Llego donde llego". Y lo peor es que quizás no le faltara razón a Felipe VI. Pero es lo más descorazonador que pudo decirle, porque si él, que es el número uno en el ranking del Estado, llega solo hasta donde llega, mejor es no pensar hasta dónde llegamos el resto de los españoles.

No obstante, esa contestación, sobre la marcha, en un bis a bis con un grupo limitado de ciudadanos que le recibieron en Yuste, destiló un halo de sinceridad, porque nadie se lo había escrito antes, ni le había asesorado al respecto. "Llego donde llego" dijo el rey, y nosotros "llegamos hasta donde llegamos": hasta ninguna parte, porque nos dirigen, y quienes nos dirigen están por encima del número uno que solo llega hasta donde llega.

Cierto que no ha desvelado el rey nada nuevo, porque el poder ejecutivo lo ejerce el Gobierno, y el legislativo, más o menos lo mismo, ya que la mayoría que ampara al equipo ministerial también está de su parte en las Cortes, y le ayuda a sacar adelante las leyes. No obstante, no parece suficiente haberse limitado a decir que "llega donde llega"; quizás debería haber sido algo más comprometido, y haber añadido un mayor nivel de implicación, como, por ejemplo, que estaba permanentemente detrás del Gobierno dándoles la vara, diciéndoles que por ahí no se iba, o que se iba muy mal; que había que pensar más en los ciudadanos que en las prebendas que les caen regularmente a los miles de cargos que manejan los hilos de la Administración del Estado. Una respuesta de ese porte le hubiera dado ánimos a la abuela extremeña, y a un montón de mujeres y de hombres que esperan la ayuda y la solidaridad de quienes les representan.

Aunque también es posible que lo que quiso sugerir fuera algo más sutil, algo así como que los poderes fácticos son realmente los que dirigen el cotarro, y que él, y el Gobierno solo llegan hasta donde llegan, porque lo que no viene impuesto por el IBEX 35, viene de Bruselas o de los que manejan el Dow 30 americano, o de los patrones del Hang Seng de Hong Kong o del FTSE de Singapur, por poner por caso.

Y mientras tanto, nosotros, los españoles, aquí seguimos, a dos velas, con estos pelos, sin haber sido capaces de desenredarlos, porque no hay manera de pegar ojo en esta vigilia que nos ha tocado vivir y que se nos hace interminable. Claro que siempre será mejor percibir síntomas de sinceridad que aguantar las trafullas con las que nos fustigan desde los partidos. Mejor que se vayan soltando la melena, como hizo Rajoy, hace unos días, cuando en una entrevista dijo que los debates electorales, eran un coñazo, que dan mucho trabajo: ¡vaya!, que no le gusta nada participar en ellos. Mejor eso que poner cualquier disculpa, nada creíble, para al final terminar mandando algún adlátere desde Génova y cubrir el expediente.

A ver si les da por ahí a los demás líderes políticos, por decir alguna vez lo que piensan, por mostrarse en cuerpo mortal, sin haber ensayado antes un buen rato siguiendo el método de Stanislavski. A ver si reparan en que deben respetar a quienes les escuchan, ven o leen, en lugar de soltarles globos de demagogia barata que se desinflan al momento. Porque siempre será mejor conocer de primera mano cómo son realmente los personajes que nos dirigen que tener que quedarnos con lo que se viene especulando en las tertulias sobre ellos.