De los perjuicios que causa el envejecimiento de la población todos conocemos un buen puñado. Que si la dificultad para sostener las pensiones, que si el incremento en gasto sanitarios, y unos cuantos más, pero hay uno que nunca se menciona y que en la práctica está teniendo efectos devastadores.

Se trata del envejecimiento del capital, o del síndrome, como dicen algunos, de la falta de ganas. Algo así como el Padefo (paso de follones) del dinero, lo que conduce a un estancamiento de la innovación y a un subempleo de los recursos.

La cosa es simple, pero de puro simple no la vemos: cuando la gente vive más, tarda más años en dejar sus bienes y su patrimonio a los hijos, y este retraso en las gerencias hace que los herederos reciban el dinero y los patrimonios cuando ya tienen su vida resuelta y no tienen ni edad ni ganas para invertir ni crear nuevas empresas. Cuando los padres dejaban su herencia a los hijos en el momento en que estos tenían entre treinta y cuarenta años, un porcentaje importante de estos invertía lo recibido en ampliar su negocio, en crear nuevas empresas o incluso en consumirla en nuevas viviendas o lo que fuese.

Pero como resulta que está demostrado que el consumo cae con la edad, y mucho más aún el apetito inversor, al recibir ahora la herencia familiar entre los 45 y los cincuenta y cinco años, buena parte de los herederos se encuentran ya demasiado mayores para montar una empresa, no tienen ganas de ampliar la suya, y buena parte de los gatos que querían hacer ya los hicieron o han renunciado definitivamente a ellos al adaptarse a un estilo de vida diferente.

Así nos encontramos con que el capital, mucho capital, permanece ocioso en manos de octogenarios, y que cuando estos mueren el dinero y los bienes se transfieren a cincuentones que pasan de todo, con lo que el capital sigue igualmente ocioso, sin energía para la innovación, la inversión o incluso el consumo.

Para esto, se proponen dos soluciones: en Francia, Pikkety sugiere que se eleve el impuesto de sucesiones para que herede el Estado, pero nada más proponerlo algunas fortunas se han domiciliado en otro sitio.

En Austria, en cambio, se propone elevar el impuesto de sucesiones al tiempo que se reduce el impuesto de donaciones, para que los viejos puedan donar su patrimonio en vida a sus hijos, y se dinamice de ese modo la economía.

De momento, parece que funciona mejor el modelo austríaco, pero cada cual tendrá su opinión. Lo que no funciona es lo nuestro: pasar de todo y no hacer nada, mientras seguimos acumulando ricos en los geriátricos y los jóvenes no tiene un duro.

Mal asunto.