Aunque llegue la primavera y con ella renazcan los campos y anden por estas tierras sacando Cristos, santos y Vírgenes en procesión para bendecirlos y pedir que llueva o que escampe según vaya la fiesta, vuelve la estadística del censo a amargarnos las avellanas y roscas de la romería, despidiendo a más de tres mil zamoranos que han desaparecido de nuestros pueblos.

Pasan a la categoría de héroes quienes permanecen con las escuelas transformadas en viejos teleclubes sin TDT, los servicios sanitarios recortados, el autobús que solo llega a la demanda si hay cobertura de móvil, los comercios cerrados, las tierras amenazadas por el jabalí y el ganado por la PAC europea y el lobo autóctono.

Vale que me ha quedado pesimista la anterior parrafada, porque hay quien busca y encuentra yacimientos de empleo en el sector medioambiental y turístico. Y porque en el pueblo se vive bien, si hubiera más gente, si el campo diera para vivir, si pudieran seguir nuestros hijos y sobre todo nuestras hijas. Porque las mujeres no se quedan ni aunque nos las traigan en las caravanas de solteros, resistentes pobladores orgullosos de su trabajo, de su tierra.

Tierra es lo que sobra y gente falta para trabajarla. Tres mil menos al año es un drama, lento, pero cada vez más acelerado. Es lo que pasa en Zamora donde hay tierras sin pueblo que las cuide.

Pero también hay pueblos sin tierra que en el corazón internacionalista de la izquierda social y política siempre han tenido un sitio donde asentarse, como los cercanos pueblos saharaui y palestino.

Y en este mes de romerías y manifestaciones por estos lares, que comienza el 1 de mayo reivindicando trabajo y sigue todo el mes implorando agua para el pan y el vino, el pueblo palestino rememora una fecha triste, Al Nakba, que se sufre desde 1948 cuando fueron expulsados de su tierra, y que sigue hasta hoy a través de una limpieza étnica más sutil, pero no menos dura, que impide al pueblo palestino vivir, trabajar y cuidar su tierra en paz.

La Nakba sucedió un 15 de mayo (no todo ha sido en mayo 15M), cuando en estas tierras se celebra el patrón de los labradores, de los que trabajan su tierra o la del patrón, o sea, el amo. Ese día le quitaron la tierra de Palestina a quienes la trabajaban.

Y quitarle a un pueblo la tierra donde asentarse, es una forma de acabar con todo un pueblo.

Pero el pueblo palestino resiste, con un apoyo ganado a pulso en los organismos internacionales que a duras penas van reconociendo sus derechos, y con la solidaridad de otros pueblos con tierra.

Desde esta provincia de pueblos al borde del desierto demográfico, los zamoranos que conocen el valor de la tierra son capaces de entender que un pueblo necesita para sobrevivir un lugar donde plantar su tienda, un lugar donde plantar la tierra.

Esa tierra que es nuestra, y tuya y de aquel, de Juan y María, de Hayat y Yaser.

Los grupos y personas que apoyamos las actividades del colectivo Al Madafa de Zamora manifestamos nuestra solidaridad desde los pueblos que languidecen y se quedan sin gente, hacia los pueblos a quienes han arrebatado la tierra por la fuerza.

Para que puedan volver a su tierra; para que no se vayan.

(*) Teniente de alcalde del Ayuntamiento de Zamora