Bueno, un solo beso me parece insuficiente. Prefiero lanzar besos a montones y que lleguen de sopetón al mayor número posible de personas y muy especialmente de niños y de niñas. De niños y de niñas hospitalizados. Los de larga y los de corta duración. Los que contemplan el horizonte desde la ventana de un hospital, los que ven limitados sus juegos y mermadas sus risas, los de mirada triste pero esperanzada, los de carita asustada y los que son capaces de sonreír al dolor y a la enfermedad y mirarlos de frente, sin miedo, a pesar de sus pocos años.

También desde aquí me sumo a los que a golpe de esfuerzos e ilusiones piden que se declare el 13 de mayo como Día Nacional del Niño Hospitalizado. Y con ellos quiero pasar este día lanzando besos, de esos que, como dice la canción de Conchita que se ha convertido en la banda sonora original de este día, son besos redondos, de esos besos que invaden todo el cuerpo, de esos besos que curan, de esos besos con poderes balsámicos como esos que las mamás y las abuelitas han aplicado históricamente, a modo de apósito en las heridas que curaban al invocar el entrañable "sana, sanita?".

Y quiero, enviar un montonazo de besos a los niños y las niñas hospitalizados en el complejo asistencial de Zamora. A la supervisora de Pediatría, mi querida Marci González, a las enfermeras, auxiliares y médicos, por el trabajo realizado en una planta modélica que, más que de un hospital, parece de una guardería. Da gusto acceder a ella, aunque tras la puerta de cada habitación se esconda quién sabe si un drama, si dolor, si esperanza o si un susto sin mayores consecuencias.

Estos besos míos tampoco tienen fondo. Son interminables, como el cariño que despiertan los niños y más los que están enfermitos. Hoy su día es especial en el Virgen de la Concha. Porque allí, a las puertas del centro hospitalario, a eso de las doce, cuando la mañana se hace mediodía tendrá lugar una iniciativa que ya el año pasado constituyó un auténtico éxito. Se realizará un lanzamiento simbólico de besos destinados a los pequeñecos allí ingresados. Cabe esperar que todo ello sirva para sensibilizar a los zamoranos sobre las consecuencias de la hospitalización en los menores. Un año más se cuenta con organizaciones como la Asociación Española Contra el Cáncer o Compartimos Contigo que procederá a dar suelta a cien globos cargados de significado.

La presencia infantil está igualmente asegurada. Entre otros muchos pequeños, casi una treintena de alumnos del Colegio Sagrado Corazón (Amor de Dios), de cinco añitos que colaborarán junto a sus profesores en llevar alegría y felicidad, lanzando sus besos, a los niños ingresados en la planta de Pediatría del hospital de Zamora. Una jornada cargada de simbolismo que no va a pasar desapercibida al conjunto de la sociedad zamorana y que pone de manifiesto el esfuerzo tremendo de humanización y sensibilización que diariamente realizan los hospitales en áreas pediátricas. Desde este rinconcito, me pongo a lanzar besos al grito de ¡ya!, para que lleguen cuanto antes al complejo asistencial de Zamora.