Mediante la iniciativa planteada por el Ayuntamiento de Villaralbo, la comunidad zamorana se encontraba con la oportunidad preciosa de materializar un avance efectivo en el ejercicio de la democracia participativa y el rechazo a cualquier forma de violencia.

Quienes defendemos los derechos de todos aquellos que pueden sufrir, demostramos cada día que la tortura como forma de diversión es, en el siglo veintiuno, inaceptable. Sin embargo, comprendemos la realidad que nos rodea y asumimos la necesidad de un debate público desde el que discutir los diferentes puntos de vista para, después, plantearnos nuevos pasos en común. Estos avances hemos de construirlos juntos y juntas a través de la discusión sana y el respeto al otro.

Discusión sana y respeto al otro habrían intensificado de orgullo el rojo de las franjas de nuestra bandera. Sin embargo, otra vez el lobby taurino convierte ese color en síntoma de vergüenza, no solo para los zamoranos, también para todos los seres humanos que nos vemos atrapados en este laberinto de sinsentido y dolor. De temor y cobardía.

La tauromaquia es un anacronismo que se resiste a desaparecer. ¿Por qué? ¿Cuál es el fondo del asunto? No se trata de la ilusión retórica que Savater o la tradición de los tristes desacoplados definidos por Claramonte pueden explicar. Es una cuestión de dinero sucio (valga la redundancia). Los propios ganaderos reconocen que las explotaciones de lidia no son rentables. Pero, si la especie no se va a extinguir, si la presencia de toros perjudica al ecosistema de dehesa, si la tradición no es esencial, si no se trata de una pelea igualada, si cada vez le interesa a menos hombres, si nos cuestiona como pueblo y además no deja beneficios de ningún tipo en la gente, ¿cómo es que continúa a día de hoy? La respuesta es doble y enlazada.

Por un lado, las técnicas de manipulación del pensamiento refinadas en las sociedades capitalistas contemporáneas necesitan mecanismos simbólicos que articulen valores desde los que mantener modos de relación jerárquicos. Una sociedad sustentada en el individualismo, la agresividad, la competencia, el triunfo personal como valor supremo y la dominación del hombre sobre la mujer para asegurar un modo de producción donde esta última cargue con toda la carga reproductiva y de los cuidados; una sociedad que necesita del estaticismo para mantenerse, fomenta institucionalmente en eso que llaman España algo como la tauromaquia, un instrumento fatal que, gracias a personas como la alcaldesa de Villaralbo, cada vez es más cuestionado.

Por otro (lado), y contradiciendo a los mencionados ganaderos, resulta que la tauromaquia sí es rentable. Lo es porque reporta grandes beneficios a un grupo pequeño y selecto de personas, a una parte de esos que ahora se les conoce como "los de arriba". Grandes empresarios y otros individuos que dicen tener la sangre azul encuentran en esta pseudoindustria la fábrica de escenarios exclusivos que hacen posibles sus bisnes: tauromaquia, caza mayor? configuran actividades antieconómicas desde el punto de vista del bien común y antiecológicas desde una perspectiva lógica.

Las bandas protortura se han conchabado para mover sus hilos de influencia por ahí arriba y reeditar los pilares centrales de sus modos de relación. En Zamora siempre se han escondido a la hora de mantener un debate público. No dan la cara porque se muestran incapaces de luchar de igual a igual. Son lacayos de la injusticia y así lo expresan en la plaza y con su ausencia de la res publica.

Las leyes están para servir a las personas, es decir, son herramientas que, en teoría, procuran satisfacer nuestros intereses. Si un pueblo se esfuerza por ejercer su libertad de expresión y la norma de turno lo dificulta, habrá que cambiar la letra, no someter a la gente del pueblo a utensilios que ya no le sirven. Todo esto a la tauromaquia le da igual. Exige someter y somete. Humilla la voluntad política de un Ayuntamiento elegido democráticamente. Se burla de la democracia participativa igual que se chanza del derecho a la Infancia explicitado internacionalmente mediante la declaración de la ONU que expresa que la tauromaquia contraviene la Declaración de Derechos del Niño.

La tortura es inaceptable en cualquiera de sus manifestaciones, sea cual sea su causa e independientemente de las flores, los vestidos, la música y la retórica que la envuelvan. La tortura tiene víctimas y denigra al verdugo. El horizonte de su abolición es innegable. Villaralbo quería caminar hacia ese cielo azul lo más rápido posible, pero el oscurantismo y la rabia le obligaron a dar un rodeo. Es solo un tropiezo más, y el objetivo hace que merezca la pena levantarse? de nuevo.

Quienes defendéis seguir en un mundo tenebroso estáis derrotados. Lo sabéis y por eso os escondéis en los rincones. Ocultaos, porque una vida humana sostenida en la injusticia de la sangre inocente es motivo de vergüenza. Retiraos ante la avalancha que provocan la solidaridad, la participación ciudadana y la consideración por el sufrimiento del otro; apartaos si no queréis ayudar porque cada vez hay más gente que, con paciencia, respeto, democracia y libertad, está diseñando los cimientos de un lugar donde todos, donde todas, consigamos ser un poco mejores.