N o soy feminista, porque aún no me merezco ese título". Esta frase, verídica y pronunciada por un chico en la consulta de una psicóloga especialista en violencia de género, resume muy bien lo mucho que aún tenemos que avanzar en materia de igualdad para erradicar comportamientos nada propios del siglo XXI. Una frase reveladora que sintetiza como pocas dónde estamos y qué camino nos queda por transitar. Porque el feminismo bien entendido es abogar por la igualdad de género, no por lo que muchos presuponen de manera equivocada y torticera. No se trata de avivar ese atávico convencimiento de la primacía de unos seres humanos sobre otros, sino de equiparar de una santa vez a todas las personas, sin distinción de sexo ni color.

Pero, como decía, queda mucho recorrido. Es más, asistimos a un repunte de la violencia de género. Ayer mismo, en la Universidad de Valladolid, fueron varias las voces autorizadas que coincidieron en poner el acento en esta triste tendencia. Basta decir que el 10 por ciento de la población femenina en España sufre maltrato. Un dato que asciende al escalofriante porcentaje del 21 por ciento entre las jóvenes. Son cifras aterradoras que esconden sufrimiento y tortura y contra las que tenemos que trabajar desde todos los frentes. Las administraciones tienen que legislar, pero sobre todo actuar con planes de igualdad eficaces. El modelo educativo exige dar un salto cualitativo, incorporando asignaturas troncales desde los primeros años. Y todos los agentes involucrados deben actuar interrelacionados para reforzar las redes de apoyo a las víctimas.

La dejación nos convierte a todos en cómplices de un modo u otro, y eso sería la mayor de las vergüenzas colectivas. También los medios de comunicación, especialmente la televisión, son parte esencial de ese cambio de conducta si pretendemos no repetir los roles de género tan nocivos para lograr la igualdad.

Ojalá, todos nos merezcamos más pronto que tarde ese título por el que abogaba el chico en la consulta de su psicóloga.