En Estados Unidos ocurre, en términos electorales, algo parecido a lo que está ocurriendo en España: que hay miedo. Y si no miedo propiamente dicho, sí recelo, desasosiego, una cierta perturbación y bastante preocupación por lo que pueda ocurrir. Allí con la virtual nominación del magnate Donald Trump, aquí con la posibilidad de un Gobierno de Podemos. Pero no por lo que son, ¿o sí?, sino por lo que hacen. Y lo que hacen los de Podemos es repartirse las carteras ministeriales más comprometidas, más complicadas, dando por el saco a los sufridos electores que confiaron en ellos creyendo que con ellos, los desahucios, la desigualdad, el paro, las injusticias, la corrupción y la pobreza iban a ser cosa del pasado. Esas y otras cuestiones se las han pasado por sus correspondientes arcos del triunfo. Y sabiendo que quieren darle la vuelta a España para convertirla en lo que no es y no precisamente para bien, por lógica en España hay ciertas suspicacias, como las hay en Estados Unidos.

Porque en EE UU la posible nominación de Trump como candidato republicano a la Casa Blanca lo coloca a un paso de conocer algunos de los secretos mejor guardados de Estados Unidos y la gente con dos dedos de frente y la necesaria responsabilidad se ha preguntado cómo utilizará esos datos el polémico multimillonario que puede llevar a los Estados Unidos a su perdición, a su aislamiento en el mundo, a la peor etapa de su historia. Incluso Obama, que ya se va, ha mostrado su preocupación con verdadero rostro preocupado. Trump debería hacérselo mirar. Como tantos otros. Con los buenos psiquiatras que hay en Estados Unidos y ninguno de ellos parece haber hecho los deberes.

La Casa Blanca ha confirmado que las agencias de inteligencia estadounidense ofrecerán, como viene siendo tradicional, un informa clasificado al empresario después de que el Partido Republicano le designe formalmente como su candidato en la convención de julio. Esta tradición se remonta al año 1952 y se hace así con los aspirantes de ambos partidos. Trump puede armarla y quedarse tan oreado o puede que, de repente, le entre el sentido común que, en el caso de un político, debe ser sentido de Estado, y de la noche a la mañana cambie. De momento, escucharle en sus mítines, da más miedo que otra cosa. Y es que el Tío Sam, junto con el tío Ras-Putín son los que mandan.

Solo cabe esperar que el partido de Trump pueda dar un golpe de timón al asunto y mandarlo en jet privado a Las Vegas a cuidar de sus casinos, de sus negocios y tratar de suavizar sus chaladuras, porque de ellas depende la paz en el mundo, el bienestar de los americanos y que no se arme un San Quintín mundial, que sería mucho más grave que aquella batalla entre españoles y franceses en 1557. Por cierto, en aquella ocasión la victoria decisiva fue para el reino de España. Ahora la cosa sería mucho peor. El miedo de EE UU es el miedo del mundo.