Ya lejos la algarabía de las luces, orladas de himnos de la fuente de los amaneceres, con el lenitivo de la piedad y el olvido. Aquí me encuentro de nuevo con la realidad de lo cotidiano.

Y reclino la cabeza, plateada por los años. En el manto azul de la esperanza como albergue del hombre, confianza de una vida tratando de vivirla con la grandeza de la fe en los demás hombres

La rosa del amor se hace alada, erguida y suave prendida de inocencia, como lanza alegre y juvenil de ruiseñores en el misterio donde no alcanza la nostalgia de la atardecida a construir su nido, que casi perturbaban el alma con sus dudas sin respuestas.

El viento del bosque pasa tan callado lanzando al aire su canto enamorado, mientras su música se estremece en los compases del mágico baile de las hojas danzando su baile encantado, hasta caer exhaustas por el zarandeo del viento que no ha cesado.

Y mientras yo, a pesar de mis caídas cotidianas, me encuentro como el niño que siempre confiado, se levanta y se eleva por encima de sus posibilidades y sonríe a pesar de sus dolores.

Pues encuentro palabras que mi memoria recogía y su fragmento he visto asomarse a la puerta del crepúsculo sin osar traspasarlo, mirando entre las brisas del aire, sus preguntas que nadie ha contestado.

Dolores del cuerpo y temores del alma, que se suceden ya siempre como huéspedes molestos sin poder dejar tu casa. Sigue el tiempo implacable su carrera perdiendo fuerza el rayo del sueño de mis versos, aunque lo intento con desespero, llevando la oración en el beso de mis labios.

La escritura inmediata, alborotada, réplica a los azares de la vida. Así es mi logística de la composición de la poesía. Pues siempre he sido poco amigo de las ordenanzas y leyes en la estructuración del poema.

Al mismo tiempo, escribir poemas necesita la soledad, pues el compartir lo que uno siente, se necesita visitar el interior de uno mismo, sin tener que dar explicaciones ni siquiera al que más se ama.

Que le arrebatara toda la tristeza que esa soledad contenía, para que el grito de pasión, se pudiera oír en medio del bullicio de la construcción de las poesías, caminando por pasillos que se tuercen en tantos luceros que te regala la vida. Mientras mil sonrisas te acunaban en brazos de los sueños para que la nana que cantaba las musas esquivas hacen que los poemas surjan desde el fondo de mi alma estremecida.