Tremenda la situación de los refugiados sirios e iraquíes que aguardan una acogida en las fronteras europeas después de haber abandonado su país en pleno conflicto bélico. Da la sensación de que en Europa no hay voluntad de acogida para estas personas que huyen de una muerte segura. Si hay que levantar el índice acusador, no se podrá señalar únicamente a los gobiernos, los ciudadanos, la sociedad europea, tampoco se muestra proclive a la acogida. Según el cineasta Chistian Carion "la mayoría de los franceses no quiere dar cobijo a los refugiados". La negativa parte de sus compatriotas, de sus iguales, no de su gobierno, aunque los gobiernos europeos en general tampoco se están mostrando entusiastas, ni siquiera procuran buscar una solución que acabe con el problema de la acogida.

En este tema hay que ser muy sutil para que nadie se desangre sin herida. A los franceses les ocurre lo mismo que a los alemanes, a los italianos o a los griegos que soportan buena parte de ese problema que hay que solucionar de forma urgente: tienen miedo. Y el miedo es libre. Tienen miedo de que, travestidos de refugiados, se les cuele algún terrorista. No es difícil, cuando menos imposible. Europa está en el punto de mira del Daesh. No hay que demostrar nada que no haya sido palpable, que no hayamos sentido en nuestras propias carnes. La Europa de 2016 nada tiene que ver con la Europa de 1940 cuando buena parte de los países estaban en situación de desbandada ante el avance de las tropas nazis. Había refugiados a punta pala. España, Portugal, Marruecos, fueron países de paso para todos aquellos que querían poner no solo tierra de por medio, también mar, huyendo de la barbarie nazi. De ahí que debamos ser más consecuentes con la historia.

En la actualidad un millón de personas aguardan el momento de poder entrar a unos países más ricos que los de aquella época, con más posibilidades, pero con mucho miedo y pocas ganas de ejercitarse en la solidaridad, en la caridad hacia sus semejantes. Uno de los detenidos en la última operación de la Guardia Civil contra el terrorismo yihadista utilizó un ardid para hacerse pasar por "refugiado" huido de las zonas de combate en Siria e Irak y poder así cobrar las subvenciones que conceden los estados europeos, incluido el español, amén de maniobrar con libertad para vaya usted a saber qué, posiblemente perpetrar un atentado mortal en un tiempo no muy lejano. Eso es lo que temen los franceses. Y eso es lo que legítimamente temen muchos ciudadanos europeos.

Bien es verdad que ese temor no puede ser un obstáculo para la acogida. Entre otras cosas y en lo que a España respecta, porque contamos con unas Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado únicos en el mundo, con una capacidad extraordinaria para desbaratar planes terroristas y desenmascarar a sus artífices, y eso proporciona una cierta seguridad a los ciudadanos. Los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad españoles son los que están prestando un servicio impecable, eficiente y eficaz, a España y a los españoles. Hay que permanecer alerta pero también hay que abrirse con más firmeza al problema de los refugiados.