He observado que desde hace pocos años han proliferado en Madrid las clínicas dentales. Muchos años antes, en la etapa del "boom" de la construcción, sucedió lo mismo con las agencias inmobiliarias. Solo las 19 cadenas más importantes de clínicas dentales tienen en España más de mil centros abiertos, según ha informado el Consejo General de Colegios de Dentistas. Hace veinte años había 13.500 dentistas; actualmente pasan de 35.000. Esto significa que los españoles desean arreglar la dentadura o reponer los dientes y muelas desaparecidos. Antes se optaba sobre todo por las dentaduras postizas, cuando se caían o se hacían caer todas las piezas dentales, recurriendo a veces al bárbaro procedimiento de atar una guita en la muela o en el diente, atarla por el otro extremo a una puerta cerrada y abrirla violentamente. Conozco algunos casos.

Hoy se prefiere el método más correcto e higiénico de ir al dentista para una extracción, que evita una posible infección. O recurrir, en caso de necesidad, a las ortodoncias, endodoncias y empastes. Los implantes se están generalizando; incluso se ofertan y publicitan en prensa, radio y televisión a precios atractivos, pagaderos a veces en cómodos plazos.

También ando yo metido en estos avatares; pero he recurrido en Madrid, donde resido, a un dentista clásico, quizá porque soy pariente de un dentista zamorano. Confieso que me va muy bien. Aseo, seriedad y profesionalidad son las características de mi dentista madrileño, que es también cirujano maxilofacial. Quizá sea algo más caro que quienes prestan sus servicios en las nuevas clínicas dentales; pero me consta que los implantes son piezas de primera calidad.

El popular sacamuelas, profesión que ejerció en su día el barbero y que llegó a definirse como dentista poco hábil, pasó afortunadamente a la historia. Algunos pintores caricaturizaron este oficio. Quizá la obra más realista sea la del pintor holandés Theodoor Rombouts titulada "El sacamuelas"; se encuentra en el Museo de El Prado de Madrid y la realizó en 1627, el mismo año en que Francisco de Quevedo publicó su obra "Sueños y discursos de verdades soñadas?".

Cuenta Quevedo en el sueño de la muerte: "Vinieron unos demonios con cadenas de muelas y dientes, haciendo bragueros, y en esto conocí que eran sacamuelas, el oficio más maldito del mundo? Esos, con las muelas ajenas y no ver diente que no quieran ver antes en su collar que en sus quijadas, desconfían a las gentes de Santa Polonia". Rombouts pinta con todo detalle a un sacamuelas ambulante que luce un collar de muelas alrededor del cuello, tal y como lo describe Quevedo.

Estos sacamuelas desaparecieron afortunadamente hace ya algunas centurias. Los sustituyeron los dentistas profesionales, que con el tiempo fueron ganando prestigio y consideración. La estomatología no es una medicina menor, sino una especialidad respetada y bien remunerada. De ahí la proliferación de clínicas odontológicas, abiertas muchas de ellas como franquicias. No deseo desprestigiar a estos centros, pero subrayo las declaraciones del propio presidente del Consejo General de Dentistas, el doctor Óscar Castro, de que con la salud no puede existir el "low cost". Hizo este comentario después del cierre de los centros Funnydent, que ha dejado en la estacada a cientos de clientes con tratamientos a medio realizar -con riesgos para la salud-, algunos de ellos incluso pagados con anterioridad.

Enriquecerse ilícitamente a costa de la salud de los ciudadanos es una de las formas más viles de la corrupción y de la picaresca. Controlar y atajar estos abusos es algo inaplazable.