Ratifica el último sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas, el CIS, cuyos informes suelen ser esperados con gran interés, la situación conocida, pero añade algunos datos nuevos que son realmente importantes. Como que tres de cada cuatro españoles considera que los políticos no velan por los intereses generales y que solo se preocupan de sus intereses personales. Demoledora conclusión, a la que la sociedad española ha llegado hace mucho por sí misma pero que ahora se ve respaldada por la opinión mayoritaria de los consultados. En esta tesitura, lógicamente, la clase política sigue cosechando suspensos clamorosos en la valoración general, siendo el peor valorado Rajoy, como siempre, pero sin que ninguno de los otros líderes políticos llegue siquiera al aprobado. Entonces ¿qué cabe esperar? Pero que por lo menos sepan que ya no engañan a nadie, ni siquiera a los suyos.

La encuesta, dada a conocer el mismo día en que el rey disolvió el Parlamento y convocaba nuevas elecciones, ante el egoísmo, la falta de voluntad y la ineptitud manifiesta de los candidatos de los principales partidos para conseguir un pacto de Gobierno que hubiese evitado la vuelta a las urnas, revela igualmente que más de la mitad de los españoles cree que la situación política actual del país es mala o muy mala, no aprobando tampoco en las valoraciones a ninguno de los partidos. Y lo mismo se opina, casi con cifras similares, en cuanto a la situación económica que la mayoría considera como mala o muy mala, coincidiendo precisamente con la dura estimación de Bruselas que ha vuelto a poner en duda que España pueda cumplir el déficit previsto para el presente ejercicio.

Con todo, lo que más sigue preocupando es el paro ya que pese a tantas promesas del Gobierno la creación de empleo no acaba de arrancar con firmeza y se mantiene a base de vaivenes y oscilaciones inquietantes. Pese a los datos positivos de abril, los anteriores, los de la EPA, han sido negativos y en algunas provincias, caso de Zamora, tan pobre y despoblada, la incidencia ha sido significativa. En cuanto a lo que se votó el 20D y a la intención de voto de cara a las elecciones de junio, nada queda aclarado y aunque los electores parecen mantener las dudas anteriores, entre PP y Ciudadanos y entre PSOE y Podemos, buena parte se pronuncia por la fidelidad al emitido anteriormente.

Pero hay diferencias. El oscuro panorama de los socialistas, a los que rechazado el PP solo restaría la opción envenenada y casi imposible de Podemos, contrasta con los aires optimistas de Rajoy, quien ya se ve en La Moncloa para cuatro años más gracias al apoyo de Ciudadanos. En el PP están seguros, como lo estamos todos, de que por muchos vetos que Rivera le ponga a Rajoy acabará a su vera, pese a tanto melindre, que la ambición de poder es muy fuerte. Otra cosa es que consigan esa mayoría suficiente, porque los votos que gane el PP los perderá Ciudadanos, o viceversa, y todo seguirá igual que estaba, que es lo que se pronostica y teme. Pues ello significaría más de lo mismo y el fracaso del gran cambio pretendido, con el riesgo añadido de que pronto el pez grande se coma al chico.