Cuando en el debate televisado previo a las elecciones generales del 20D el candidato del PSOE, Pedro Sánchez, ante millones de telespectadores calificó de político indecente al líder del PP y presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, y este le llamó a su vez ruin y miserable, algo quedó roto definitivamente entre ambos, algo que hace imposible no ya cualquier intento de acuerdo entre sus partidos sino de mero diálogo como se demostró cuando Rajoy no quiso dar la mano a su oponente cuando iban a celebrar un encuentro previo a las sesiones de investidura.

No obstante, hace unos días, y cuando ya la convocatoria de nuevos comicios era inevitable, el del PSOE, en un programa radiofónico, reconoció haberse equivocado en su actitud. Que se sepa, el del PP ni se ha excusado por nada. Pero así las cosas, no faltaron voces que han visto en las excusas de Sánchez un intento de acercamiento y de limar asperezas por si tras el 26J no hubiese otro remedio que pactar, de una u otra forma, y dar vida a esa gran coalición tripartita soñada por PP y Ciudadanos, tal vez necesaria para frenar si es el caso ese frente de izquierdas radicales que pregona Podemos.

Pero el propio Sánchez se ha encargado el pasado fin de semana, y tras la reunión del Comité Federal socialista, de poner los puntos sobre las íes a la peliaguda cuestión, afirmando rotundamente que el PSOE nunca pactará con el PP, se produzcan los resultados que se produzcan en junio, pues se trata de dos partidos totalmente diferentes, y que esa es una opción que ni siquiera se contempla. Es toda una declaración pública de intenciones, evidentemente, pero tampoco conviene olvidar que con las elecciones en marcha se está ya en plena campaña, y que en política, por otra parte, todo es posible, hasta lo que más imposible pueda parecer. Sin dejar de tener en cuenta, claro, que Sánchez propone pero es el Comité el que dispone, y de ello hay ejemplos bien recientes y fehacientes ahora mismo.

Opinan algunos dentro de su entorno que si por Sánchez hubiese sido habría habido acuerdo con Iglesias y Podemos, pese a su extremismo, que da miedo a muchos, pero que los dirigentes socialistas más a la derecha habían dejado atado y bien atado a su candidato, que quedó impedido de manos y pies pese a su condición de secretario general del partido. Igualmente, hay quienes ven que el absurdo acuerdo -no puede haber acuerdo más absurdo que el llevado a cabo para perder, sin posibilidades matemáticas de ganar- con Ciudadanos fue impuesto y obligado, aunque en teoría pareciese y parezca razonable y el preferido, de creer los sondeos, por buena parte del electorado.

Solo que irrealizable tanto entonces como tras el 26J por falta de efectivos, muy lejos de la mayoría absoluta o de una mayoría parlamentaria suficiente. El PSOE, de darse los resultados que se prevén, tendría que optar o por unirse a PP y Ciudadanos, si estos no logran escaños bastantes, o por disputar el poder junto a Podemos, IU y demás izquierdas, o abstenerse a favor de uno u otro. No parece un panorama muy halagüeño en ningún caso para los socialistas, que lo tuvieron todo a favor.