En el umbral de la convocatoria de las nuevas elecciones generales ha tenido una buena idea el PP al proponer al resto de los partidos la limitación efectiva de la campaña a diez días y la no utilización de recursos externos, con el fin de ahorrar algo del inmenso gasto que la repetición de los comicios va a suponer para las arcas públicas, casi 200 millones de euros. Pero habrá que ver si la iniciativa es secundada por los demás concurrentes, que aquí cada uno está a lo suyo.

Así debiera ser, porque hagan lo que hagan y digan lo que digan unos y otros, la abstención va a aumentar y los resultados van a ser prácticamente los mismos que los del 20D. O mucho se equivocan esta vez todas las encuestas o las tendencias se mantienen idénticas, con el multipartidismo volviéndose a imponer rotundamente, sin mayorías absolutas ni de lejos.

Que el partidos ganador, que será de nuevo el PP, no llegue en estimación de voto ni siquiera al 30 por ciento ya es suficientemente revelador de cómo está el ánimo de los electores ante el fracaso de los partidos y sus líderes y candidatos para haber formado Gobierno dejándose guiar por sus intereses y egoísmos y sin tener en cuenta para nada el bien del país y de los paisanos.

Elecciones a finales de junio, cuando la gente prepara las maletas para las vacaciones, cuando la gente está ya más que harta e indignada de la corrupción, la incapacidad y la soberbia de la clase política, significará previsiblemente una participación bastante menor que en la ocasión anterior, cuando los resultados se veían venir pero no que fueran a conducir a un callejón sin salida.

La última encuesta hecha pública, aunque aparecen día sí y día también, insiste en las mismas tendencias y posibilidades. Subiría un poco, pero muy poco, unas décimas el PP, gracias a sus fieles devotos ideológicos o rehenes del clientelismo y al hecho de que a la postre, con Rajoy escondiendo la cabeza bajo el ala, es el partido que menos se ha desgastado. Sin olvidar que la abstención le beneficiaría y puede ayudarle a conseguir su objetivo de seguir siendo el inquilino de La Moncloa.

Como quiera que al otro grupo al que se presupone igualmente un ligero aumento de votos es Ciudadanos -aunque en 2015 los sondeos siempre daban mejores resultados a los de Rivera que los obtenidos luego en las urnas, y no aparecen fundamentos que justifiquen el alza- sostiene el PP que de esa feliz conjunción puede salir un Gobierno de centro-derecha lo suficientemente sólido y estable. Que Ciudadanos siga vetando a Rajoy como presidente no debe preocuparles y por algo será.

Aun así, las cosas no estarían nada claras, pese a la baja que se vaticina a un PSOE al que la mayor parte del electorado culpa del fracaso de tener que volver a las urnas, y lo mismo a Podemos -que se va coligar con IU- por su feroz intransigencia al no pactar con los socialistas. Y es que la suma de las fuerzas de izquierda volvería a ser muy similar a la de diciembre y tan cercana a la mayoría absoluta como la de PP y Ciudadanos. Serían los partidos minoritarios los que tendrían la última palabra.