El pasado 20 de diciembre los españoles dibujaron con sus votos un panorama inédito en España. Desde ese mismo instante el Partido Popular, ganador de las elecciones, entendió que la ciudadanía nos había mandado un mensaje muy legible en base a que los partidos políticos deberíamos llegar a consensos para abordar con garantías esta nueva etapa.

Mariano Rajoy así lo entendió. Y fruto de esa reflexión puso encima de la mesa la propuesta para formar una gran coalición para conformar un Gobierno sólido, para desde el entendimiento y el diálogo seguir trabajando por el bien de España, en definitiva, por el bien de los españoles.

En esta propuesta de gran coalición había un socio aritméticamente necesario. Ese socio era Pedro Sánchez y el Partido Socialista, como segunda fuerza política más votada. Y también había un socio conveniente como Albert Rivera y Ciudadanos, como cuarta fuerza política más votada. Un socio aritméticamente necesario porque la suma de ambas formaciones ofrecía la mayoría absoluta, y un socio conveniente porque las tres formaciones constituían un frente sólido para abordar con garantías los problemas fundamentales de nuestro país en esta nueva etapa.

Desde el 21 de diciembre, y ante esta propuesta coherente de Mariano Rajoy, hemos asistido a un escenario en el que el único partido que permitía una mayoría de gobierno se negaba a aceptar la mano tendida que desde el Partido Popular se le tendía. Y lo hizo hasta en 17 ocasiones, incluso rechazando hasta tomarse un café con el líder del partido que obtuvo el apoyo mayoritario de más de 7 millones de votos en las elecciones.

Desde ese instante hemos visto en Pedro Sánchez despertar la peor cara que puede tener un político: el odio y el sectarismo más radical.

El odio no es justificable desde el punto de vista racional porque atenta contra toda posibilidad de diálogo y construcción en común.

El odio mostrado por Pedro Sánchez hacia el Partido Popular y la enfermiza preocupación que ha mostrado por su supervivencia política, han conducido al todavía líder socialista a tirar por la borda la única posibilidad coherente que había para formar un gobierno estable, y que no era otra que la gran coalición de los partidos constitucionalistas.

En estos meses, Pedro Sánchez no ha dudado en utilizar al rey de España proponiéndose como candidato aun a sabiendas de que no contaba con los apoyos suficientes para ello. Y todo en una campaña de marketing para tratar de hacer ver a los españoles una persona que nunca fue: una persona fiable.

Por fin, y después de 128 días de sainete, Pedro Sánchez ha dicho la verdad reconociendo ante el rey lo que era evidente desde el primer momento: que no contaba con los apoyos suficientes para afrontar una investidura.

Señor Sánchez, en los ayuntamientos y en las mancomunidades de municipios, las diferentes fuerzas políticas, llegamos a acuerdos porque en ningún caso nos odiamos y porque anteponemos los intereses generales a los particulares y partidistas. Usted no ha aprendido nada en estos meses.

Aprenda la lección de esos alcaldes y concejales, de todos los signos políticos, gentes entregadas vocacionalmente a los demás, a sus vecinos, los que les votan y los que no.

Alcaldes y concejales que entienden a la perfección la responsabilidad que los vecinos han depositado en ellos. No desaprovechan la oportunidad de llegar a acuerdos para mejorar la calidad de vida y resolver los problemas y las necesidades de los ciudadanos.

Pedro Sánchez, con su paripé particular, ha desaprovechado la oportunidad que le brindaron los españoles al ser la segunda fuerza política más votada en las elecciones del 20 de diciembre. Desde el primer momento ha pensado sola y exclusivamente en su supervivencia política, y en ningún instante en el interés de España y de los españoles.

Ni sus barones territoriales, ni las figuras históricas socialistas, ni sus más cercanos colaboradores, ni sus apuestas personales creen ya en Pedro Sánchez ni en su proyecto político para España, porque no lo tiene. Solo tiene su proyecto personal, de pura supervivencia política. Y los españoles ahora lo saben.

Por el contrario, desde el Partido Popular afrontamos las elecciones fuertes, cohesionados y unidos en torno a un gran presidente y al mejor proyecto político para España.

Gracias a la torpeza del Partido Socialista y al egoísmo de Pedro Sánchez estamos abocados a repetir las elecciones. Ellos son los únicos responsables.

(*) Senador del Partido Popular por la provincia de Zamora