Los seres humanos, cuántas veces, pecamos de falta de humanidad. Falta que se perpetra permanentemente con los de su misma especie y con los animales de compañía. Cuando al mal llamado ser humano le da la venada, es capaz de acciones violentas impropias de los animales de cuatro patas, salvo aquellos animales que viven en estado salvaje y que, no obstante, responden a una ética animal que brilla por su ausencia en el hombre. Dicho todo lo dicho sin ánimo de generalizar. Aviados íbamos si ciertos comportamientos fueran la tónica general.

Luego están los que claman por los animalicos, y les lloran si algo les ocurre, y se convierten en defensores a ultranza de ciertas especies y sin embargo no sienten ni frío ni calor ante el maltrato a un ser humano, a un niño, a una mujer, a un discapacitado o a un homosexual, como la brutal agresión sufrida en la madrileña Puerta del Sol por dos jóvenes, al grito de "maricones". Ni lo uno ni lo otro. Para todo tiene que haber un término medio que cada vez es más difícil de encontrar. Hasta en eso se ha radicalizado buena parte de nuestra sociedad. La que hace ruido. Porque, afortunadamente, la mayoría no es de ese jaez. Entre los que incitan al odio y el odio que a veces se lleva enquistado en la mente o en el corazón, la convivencia a veces se torna muy difícil. Nos empeñamos en faltar al debido respeto y así va España. Plagada de líneas rojas que se ponen ante sí unos, otros y los de más allá.

Afortunadamente, no tiene la importancia del maltrato a la mujer y al niño, casi siempre con consecuencias funestas, pero el hecho que voy a relatar deja bien a las claras el carácter violento de algunos miembros de la llamada especie humana, frente a otras especies. Ha sucedido en un municipio de Barcelona de cuyo nombre prefiero no acordarme. Un vecino, según varios testigos, golpeó contra la pared una bolsa en la que había cuatro cachorros de gato provocando la muerte de tres de ellos. Frente a las barbaridades que se cometen contra recién nacidos y niños de todas las edades, esto puede parecer pecata minuta, pero dice muy poco del individuo que perpetró el "gaticidio".

¿Para qué quieren algunas personas animales de compañía si los maltratan y cuando les estorban los sueltan en bosques y en el monte? Cuando se regala un animal de compañía hay que hacerlo con cabeza, pensando en su bienestar. Como seres vivos que son también procrean, mejor vender o regalar los cachorros que matarlos, siempre hay personas que los acogen, eso antes que hacer lo que hizo esta persona ahora investigada por el Seprona y al que espero que ojalá le caiga la pena más dura por la salvajada cometida. Porque hay que ser salvaje para hacer lo que ha hecho el individuo de marras. Claro que, repito, si se hace con niños pequeños, incluso con bebés, ¿cómo no se va a hacer con un cachorro del animal que sea?