Van cinco meses y unos pocos días desde las elecciones generales del 20 de noviembre. Y seguimos igual en España. No me refiero a lo de Cataluña, aunque se hayan reunido el presidente de la Generalitat y el presidente "en funciones" del Reino de España. Eso no tendrá verdadero arreglo, mientras un jefe de Estado -el rey o quien sea- no tenga facultades para proponer a quien gobierne Cataluña estas tres alternativas: "O gobiernas buscando el verdadero bien de tu pueblo; o te vas a tu casa; o te mando a ser mantenido por el Estado -ya sabes dónde-". Lo de estos cinco meses (ya largos) se refiere a la España sin gobierno efectivo. La decisión del pueblo en aquellas elecciones fue tan confusa que no quedó decidido quién ocuparía la Presidencia del Gobierno; realizadas las preceptivas "consultas", el rey propuso al presidente del Congreso un posible candidato al cargo, guiado, sin duda, por manifestación equivocada del señor Sánchez; y este, a pesar de su buena voluntad y de esfuerzos sobrehumano -a veces hasta sumergido en la indignidad- no ha conseguido llegar a poder presentar los votos suficientes que, desde el principio, confesó no poseer el líder del partido más votado en las elecciones. El resultado de todo lo expuesto es que a cinco meses del 20 de noviembre seguimos con el Gobierno que cesó ,"en funciones" hasta otro mejor acuerdo.

Faltan unos pocos días para que los plazos legales nos lleven a una convocatoria de elecciones, reparación de las anteriores. No parece que en estos pocos días los políticos sean capaces de solucionar el problema actual. Todos ellos hacen ya manifestaciones que auguran esas elecciones. En ellas, el pueblo, democráticamente -más democráticamente que hubiera resultado lo perseguido en este casi medio año-, podrá resolver la situación y darnos un líder de partido cuyo número de votos -y los consiguientes "escaños" en el Congreso- señale, de manera innegable, que su máximo representante merece ocupar, por los cuatro años siguientes, la Presidencia del Gobierno del Reino de España. Lo ocurrido es totalmente normal: cada partido político tiene sus principios y sus objetivos concordantes con tales principios. Desde la pura teoría, no podría realizarse fusión entre un partido que acata la Constitución -y con ella la unidad de España- y otros partidos que no quieren una España unida. Podrían llegar a un falso acuerdo, en el que uno de ellos escondiera ese principio fundamental; pero la realidad es que partidos constitucionalistas y partidos anticonstitucionalistas no pueden convenir en un verdadero Gobierno. Ni siquiera (si son consecuentes consigo mismos) disimular tal antagonismo con un sí o una abstención en sesión de investidura.

Ante el manifiesto fracaso de los políticos -y no creo que repare el fracaso la anunciada nueva "ronda de consultas" que llevará a cabo del rey- se hacen necesarias, por la Ley y por sentido común, las elecciones generales que se suponen fijadas para el 26 de junio. El pueblo español debe decidir democráticamente. Para ello debe atender -casi exclusivamente- al bien de España, dejando a un lado, si es necesario, el "sentimiento" animado por la costumbre familiar y otras consideraciones. Estando en juego el bien de España, sobran las tendencias republicanas, franquistas,? etc. Derechas e izquierdas (vamos a utilizar, por una vez, estas denominaciones) deben unirse para lo mejor; y elegir lo que entiendan más provechoso para el bien de España. Parece que esto es defender el ominoso bipartidismo. No hace falta eso. En pasadas elecciones es lo que rigió; en las últimas fue totalmente obviado. Lo racional, según se ha visto, es que no se dé una pulverización de los votos de tal naturaleza que nos lleve a otro 20 de noviembre de 2015.

Fui candidato al Congreso el año 1977. El partido que me presentó como independiente (Partido Agrario Español, por Jaén) no obtuvo ni un escaño. Yo, sin embargo, estimé que "había ganado las elecciones", por dos motivos: no quería dedicarme a la política nacional (a la municipal me dediqué obligado); y fui pronunciando mítines por toda la provincia, insistiendo en que los vecinos votaran "a la vista de los programas" y no como se venía haciendo en los "referenda" que la época del general Franco nos había ido presentando. Igual es mi opinión actual: el "programa" general es el bien de España. Votemos, pues, por el bien de España y el resultado se acomodará a ese supremo bien.