Claramente se detectan ya los movimientos de los partidos iniciando la campaña electoral del próximo 26 de junio. Nadie cree en los milagros de última hora, y el calendario avanza imparable hacia una nueva disolución de las Cortes y la correspondiente convocatoria de elecciones generales, fruto de la ineptitud y la soberbia y el egoísmo no disimulado de la clase política que se padece y que por lo visto no parece que vaya a ser mejorada aunque se acabe llegando al Gobierno de cambio, en más o menos, que se pretende pues ese es el auténtico mandato que los electores han dado con sus votos.

Van a ser, sobre todo, unos comicios con una enorme abstención, que batirá récords. A la gente, en realidad, poco le importa que haya o no Gobierno, dado que la diferencia apenas se nota y si se nota es para bien. Pero la impresión que el hecho causa no puede ser más desalentadora, a lo que se une al hastío y la indignación generales que flotan sobre el ambiente. Porque, encima, es una vuelta a las urnas pero con los partidos presentando los mismos candidatos -con sus mismas intransigencias, sus líneas rojas, sus fobias políticas y personales- que han protagonizado las fallidas sesiones de investidura anteriores, algo que de por sí aboca, de forma natural, a unos resultados tan similares que pueden ser casi los mismos que en diciembre, lo que no resolverá una situación en riesgo de enquistarse gravemente.

Pero la campaña hay que irla preparando, y así se explica la actitud de quienes gobiernan áreas concretas de poder, las instituciones, que empiezan a revivir y removerse con medidas, bien recibidas en muchos casos porque son positivas y necesarias, pero que a saber si se hubiesen anunciado ahora de no percibirse las elecciones a la vuelta de la esquina. Así, en Zamora, su Ayuntamiento, formado por IU y PSOE, anunciando planes de actuación urbanística cercanos y posibles, y lo que es fundamental, con financiación asegurada a través de los propios fondos municipales. Al proyecto de descubrir por entero la muralla de la Ronda de la Feria, y el asfaltado y pavimentado de calles del centro y los barrios, se unen otras diversas actuaciones de mejora y reparación en parques y jardines para lavar la cara a una ciudad que tanto lo necesitaba, víctima de muchos años de desidia. Obras en busca de votos.

Y por su parte, la Diputación, con el PP en las últimas, también se moja y destina 3,6 millones para el arreglo de carreteras provinciales y más de un millón de euros para el abastecimiento de agua en diversos pueblos de la provincia. Bienvenidas sean estas medidas, que son precisas, ya que es cuando llega el buen tiempo cuando más de relieve se ponen las precariedad. Pero los interventores han puesto reparos porque la actuación pudiera suponer el incumplimiento de la ley Montoro. Ello ha originado que el grupo del PSOE no haya votado a favor, aunque según explican sus diputados no cuestionan las obras sino el procedimiento, que califican de caciquil y rayando con lo ilegal, señalando además que el 99 por ciento de lo presupuestado se destina a mejoras en carreteras y abastecimiento de agua en municipios y ayuntamientos que, oh casualidad, gobierna el PP. O sea, lo habitual.