El cocoliche y el lunfardo son variaciones lingüísticas del castellano, que nacieron en Argentina a raíz de la emigración de italianos a dicho país a mediados del siglo XIX al intentar comunicarse con los nativos o criollos. Se mezclaron así los dialectos italianos del norte y del sur, hablados por gentes de baja clase social, con el castellano, y de ahí surgieron las variedades lingüísticas citadas, a las cuales los argentinos denominaron despectivamente lunfardo y cocoliche.

Al parecer la palabra cocoliche se usó por primera vez en una representación teatral popular rioplatense realizada por la compañía de los hermanos Podestá, uno de los cuales, Gerónimo, era un gran actor e imitador del acento italiano, donde aparecía la figura de un gracioso, llamado Cocolicchio, que era una caricatura de los italianos del sur de Italia. El personaje al parecer existió en realidad, fue un inmigrante llamado Antonio Cuculicchio, peón calabrés que trabajó en su compañía.

La caricaturización se realizaba no solo a través de la vestimenta o de la gestualización, sino también cambiando y jugando con algunos sonidos de ambas lenguas, la g por k, amico por amigo y la c por ch, en vez de dice, diche.

Pasó después a significar "persona mal vestida o poco arreglada", que es como debía aparecer en el escenario el citado personaje, aunque para potenciar aún más la ridiculización ellos los usaban con significados contrarios o antónimos:

"Podestá: Adiós amigo Cocoliche ¿de dónde sale tan empilchao (bien vestido)?".

Curiosamente en Zamora hubo un programa-concurso de radio en la segunda mitad del siglo XX, en la emisora de EAJ 72, dirigido, entre otros, por uno de los locutores estrella del momento, Vicente Planells, que se llamaba "Radio Cocoliche", donde la gente, niños incluidos, podían ir a cantar canciones del momento en directo.

El lunfardo surgió al unirse el habla de los italianos del norte, de la zona de Lombardía, con el castellano que se hablaba en Argentina.

Lunfardo tiene un significado curioso, viene, como se ha citado, de la Lombardía, conocida por ser una zona de banqueros y prestamistas, a los que identificaron irónicamente las clases populares primeramente con "lumbardi" y más tarde con lunfardo.

En ambos idiomas, la palabra dinero se dice "viento".

Y gracias al nacimiento de esas variaciones lingüísticas Enrique Santos Discépolo pudo escribir el magnífico tango "Cambalache", cuya difusión fue prohibida por el Ministerio de Educación argentino en 1943 por ser "sedicioso, y con una mala interpretación del lenguaje por el abuso del lunfardo". Y aunque Perón levantó la censura, con la llegada de la Dictadura Militar del 76 hasta el 83 volvió a estar prohibido. Desde entonces no ha dejado de oírse y su letra está de rabiosa actualidad.

El título ya conlleva la significación polisémica de la palabra, pues se refiere a trueque malicioso y también a acuerdos y negocios censurables. ¿Les suena de algo?

Desde el principio sabemos de qué va esta canción intemporal, y si el autor estuviera vivo la podía haber escrito en estos días en esta Europa envejecida, empobrecida en su espíritu y llena de vicios que la vuelven cada vez más alejada del sentido y del bien común; trata, simple y llanamente, del análisis de la corruptela y cómo no, de los peces gordos empilchaos (aquí sabemos mucho de trajes y de tipos trajeados, de los otros también), que trabajan en las cloacas, y ante el espejismo del viento no pueden dejar de sustraer todo lo que pueden y más, sean del signo que sean, también de la pérdida de valores, y sobre todo de la falta de esperanza cuando en el mundo "todo vale". Para constatar lo dicho, sirvan algunas estrofas de la misma:

"El mundo es y será una porquería, ya lo sé", (?) "Si uno vive en la impostura, y otro roba en su ambición, da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón. Qué falta de respeto, qué atropello a la razón, cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón".

Pero lo mejor de la canción es el final, el autor acaba con una exhortación hacia la inacción de los que no roban, porque ya entonces, él no veía salida al abuso generalizado que imperaba por otros pagos, que ahora son los nuestros, al haberse borrado de las mentes de los ciudadanos los límites entre rapiña y honradez. Una parte del país trabaja para sustentar a muchos depredadores que continuamente están maquinando para llegar a ser los más ricos del cementerio: "No pienses más, siéntate a un lao, que a nadie importa si naciste honrao. Es lo mismo el que trabaja, noche y día como un buey, que el que vive de los otros, que el que mata, que el que cura o está fuera de la ley".

Y como no teníamos bastante, ahora con las nuevas elecciones tendremos que sacar más pasta de debajo de las piedras, ya que nadie devuelve nada de lo que se lleva a paraísos lejanos, y de algún lado habrá que recortar 150 millones de euros (ya saben, posiblemente de educación, sanidad y bienestar social), los empilchaos ya han hecho sus cálculos para pagarse su nuevo capricho, en este caso la nueva campaña electoral con la que nos aburrirán y molestarán unos cuantos días más. Para eso sí hay dinerito fresco. Y es que: "Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches se ha mezclao la vida".