Son tremendos los índices de paro que registran algunas comarcas y muchos municipios concretos de Zamora, algo que, por desgracia, no solo ocurre en esta provincia, sino en esas otras que forman parte desde siempre de la España más profunda, esa de la que desde hace siglos y sin cesar no ha dejado de exportar mano de obra a países más ricos y favorecidos, en una forzosa diáspora que nunca se cerrará a juzgar por la situación y las circunstancias de todo tipo.

Que haya cuatro millones de parados según los recuentos oficiales, buena parte de ellos sin prestaciones de ninguna clase y sobreviviendo gracias al empleo sumergido, ya es suficientemente explicativo de cómo están las cosas en el país, sin Gobierno desde hace meses debido al egoísmo y falta de sensibilidad de sus líderes políticos, y que se dispone a continuar así otro tiempo más, aunque ello tampoco importe mucho a la gente, decepcionada y harta de unos y otros, de los que están y de los que llegan. Pero que haya pueblos, aquí mismo, en Zamora, con un porcentaje de paro superior al 50 e incluso al 60 por ciento, es muy preocupante por cuanto ello supone, además del drama humano que comporta, un motivo del aceleramiento galopante de la despoblación en la región.

Sanabria, la del lago y la montaña, la de los recursos turísticos puede que insuficientemente explotados por la escasa capacidad de sus gobernantes, y no de ahora sino de siempre, figura a la cabeza del desempleo en la provincia, y si bien Puebla se mantiene con índices similares a los de la capital, del 20 por ciento de personas sin trabajo entre la población activa -la que busca una colocación que no encuentra por la sencilla razón de que no hay- existen otros municipios, más pequeños, en los que la mitad o más de sus habitantes no tiene otra solución que buscar empleo fuera de Zamora. La poca y dispersa población y las deficientes comunicaciones, empezando por las tecnológicas, son otro lastre que añadir pese a contar con recursos bastantes si se utilizaran de forma óptima por dirigentes políticos con la capacidad y los medios precisos. Pero solo piensan, a lo que parece, en los intereses de su partido y en la forma de conseguir votos para seguir estando en las listas electorales.

El empleo oficial proveniente de las instituciones no es más que un parche cuyos resultados se limitan a la buena voluntad por encima del acierto. Pero esa no es la solución, no puede serlo, al menos mientras se mantenga la actual estructura administrativa, intocable en España mientras otros países del entorno, caso de Italia, ya han tomado drásticas medidas en cuanto a la reducción absolutamente necesaria del número de municipios. Una organización obsoleta, de hace siglos, con las diputaciones a la cabeza, sostenidas ya solo por el Gobierno del PP y condenadas si llega a producirse un Ejecutivo PSOE-Ciudadanos. No sirven para nada, salvo como focos de corrupción, viveros de clientelismo y oficina de colocación -para familiares y amigos del partido que gobierna- que no resuelven el problema del paro. Y cuestan 25.000 millones de euros cuando estamos comidos por las deudas. Pero ahí siguen.