El primer Plan de Ordenación Urbanística de Zamora, redactado en 1986 por el arquitecto Francisco Somoza durante el mandato del socialista Andrés Luis Calvo, ya contemplaba como una de sus actuaciones principales despejar el extenso paño de muralla de la avenida de la Feria. Por entonces, la iniciativa quedó en el aire por el gasto que supondría: 700 millones de pesetas, lo que hoy equivaldría a unos cuatro millones de euros, tuvieron la culpa.

Ese era el precio calculado para la expropiación y derribo de las construcciones, una treintena de edificios que entonces ocultaba uno de los mejor conservados tramos de muralla. La fórmula que ahora recupera la Alcaldía encabezada por Francisco Guarido era la contemplada también en el Plan Director de la Muralla que firmara en los años 90 su arquitecto redactor, Francisco Javier Rodríguez Méndez, ya que se trata de construcciones en precario, no equiparables al valor de mercado, que fueron adosadas al lienzo a partir de la pérdida de la condición de plaza fuerte en 1868. Antes de esa fecha, estaba prohibido construir junto al muro que constituía, al tiempo, una función defensiva y recaudatoria para Zamora.

La tarea de devolver el aspecto original a la ciudad, al menos en ese tramo de la avenida de la Feria, se ha prolongado casi una veintena de años: comenzó en 1998 con el derribo del primer inmueble mediante la figura del patrocinio, la elegida por el alcalde popular Antonio Vázquez. Desde entonces solo se ha utilizado la vía de la expropiación en el año 2012, ya bajo el mandato de Rosa Valdeón, dos nuevos solares que se sumaron a una ambiciosa operación que debería haber cobrado más brío en las etapas de mejor situación económica. En aquellos primeros años, quizá el patrocinio fuera una fórmula que permitiera al Ayuntamiento ahorrar dinero, aunque también es cierto que los solares liberados tienen unas dimensiones bastante reducidas en comparación con los réditos que varios de los mecenas han obtenido y obtienen de la explotación de recursos y capitales en la provincia. No ha sido algo inusual en otras provincias como Lugo, donde una entidad bancaria acometió la restauración de la muralla romana al completo.

En el caso de Zamora hablamos del primer recinto, cuyo origen se sitúa en el siglo XI. El valor patrimonial queda fuera de toda duda, pero esa misma entidad bancaria que también ejerció su patrocinio cultural en la capital, liberó uno de los solares más pequeños junto a la subida de San Martín, casi del mismo tamaño del monolito que recuerda la "gesta". Menos es nada, podría replicarse, pero lo cierto es que, hasta en esto de los mecenazgos, la racanería ha marcado a la ciudad incluso en las épocas de mayor esplendor para los teóricos patrocinadores.

Ya hace 30 años, en aquel primer Plan de Ordenación, como, posteriormente, en el Plan Director, se venía a exponer la necesidad de que la ciudad recuperara el escaparate que le dio el sobrenombre de la bien cercada para consolidar la oferta cultural a los visitantes. La operación, que en términos de gasto viene a representar la mitad de lo presupuestado hace tres décadas y que ahora pone en marcha el Ayuntamiento de la capital, puede tener una trascendencia vital para el futuro turístico de la ciudad, sector que instituciones y agentes sociales reconocen como una de las fuentes de generación de desarrollo económico.

La liberación de los 300 metros de muralla con el derribo de los siete edificios de viviendas, muchas de ellas vacías, y varios negocios que aún permanecen en activo, y a los que seguramente se podría dar acomodo mediante permutas como ya se barajó hace años por parte de los responsables municipales, proporcionará una perspectiva inédita de la ciudad. El objeto de actuación proporcionará, además, continuidad visual desde las Peñas de Santa Marta, la Catedral, el Castillo, hasta el arco de Doña Urraca. En todo ese tramo son visibles aún cubos y puertas que han sido rescatados en los últimos años en actuaciones igualmente ambiciosas, como el Castillo y la Puerta de santa Colomba, además de la restauración del Portillo de la Lealtad (antiguamente de la Traición), entre otros, junto a elementos abaluartados correspondientes al siglo XVIII, el inicio del fin de la Bien Cercada que los zamoranos intentan corregir en las últimas décadas.

Sin un cambio de mentalidad respecto al patrimonio, probablemente la piqueta hubiera seguido actuando con la misma impunidad que costó buena parte de la riqueza monumental de la ciudad. La actuación municipal en la avenida de la Feria se enmarca dentro de esa línea de coherencia con el respeto por el pasado y contiene una apuesta decidida, a la vez, hacia el futuro. Las administraciones eficaces no suelen presumir de superávit al finalizar el ejercicio porque ello puede entrañar que las actuaciones presupuestadas no se han llevado a cabo. La inversión de esos dos millones de euros proviene del remanente que existe gracias al dinero aportado por todos y cada uno de los zamoranos a las arcas municipales. Será, sin duda, una inversión, como decimos, de futuro que requerirá también acciones complementarias de restauración y cuidados de las viejas piedras y, por tanto, nuevas inversiones. Pero también puede representar la actuación de una administración pública impulsora que ayude a desestacionalizar el turismo, que dinamice la ciudad para que la iniciativa privada tenga más fácil crear empleo estable, algo que Zamora necesita imperiosamente.