No sé si Gabinete Caligari se inspiró en su día en la provincia de Zamora al componer la célebre canción "La culpa fue del cha-cha-cha". Lo digo porque tal vez pensaran en nosotros al comprobar que una de las características que nos definen como provincia es echar la culpa de lo que pasa a los demás. Bueno, tal vez me esté pasando y esta conducta esté mucho más extendida de lo que a primera vista pudiera parecer. En cualquier caso, esta introducción me viene como anillo al dedo para analizar el discurso que el presidente del Partido Popular en Zamora, Fernando Martínez Maíllo, realizó hace unos días al responsabilizar al actual Ayuntamiento de Zamora, con su alcalde a la cabeza, de que no se estén aprovechando ya todas las ventajas económicas que puede producir la llegada del AVE a la capital. La culpa, por tanto, es de los demás, en este caso de Francisco Guarido, que no ha hecho los deberes.

Si se fijan con atención, el argumento, es sencillo de entender, cala fácilmente en los ciudadanos y anticipa un escenario que puede darse con mucha probabilidad. Quiero decir: si transcurridos 10, 15 o 20 años se demuestra que los indicadores económicos, de población, de empleo o de cohesión social siguen siendo inferiores a la media nacional, entonces, no busquen responsables en ningún otro lugar: la culpa habrá sido, única y exclusivamente, de quienes gobiernan en la actualidad los destinos del ayuntamiento de la capital, al no ser capaces de sacarle el máximo jugo posible a una infraestructura que, desde muchos ámbitos de gobierno, siempre se ha dicho que iba a favorecer el desarrollo de la provincia y, por ende, a incrementar la calidad de vida y el bienestar de la población. ¿Se dan cuenta con qué facilidad, con qué sencillez y con qué rigor se puede explicar una dinámica de atraso histórico echando mano de unos argumentos tan sencillos de entender por el común de los mortales? No obstante, también pudiera darse el caso contrario, esto es, que tras la llegada del AVE viéramos con asombro e incluso con cierta incredulidad que todos los indicadores económicos y sociales de nuestra querida Zamora empiezan a despuntar. Que nadie hablara ya de despoblación, de envejecimiento, de fuga de jóvenes, de bajas tasas de actividad o de altos niveles de desempleo, sino de todo lo contrario; a saber: la población se incrementa a un ritmo desconocido, la pirámide de edades se invierte, donde antes había muchos mayores ahora encontramos infinidad de niños y los jóvenes que se fueron comienzan a regresar porque la oferta de nuevos empleos no para de crecer. En definitiva, que a Zamora ya no la conoce ni la madre que la parió. ¿Se lo imaginan? Yo sí. Y también imagino que el argumento que se utilizará por quienes hoy despotrican contra los regidores municipales en el ayuntamiento de la capital seguirá siendo igual de simple, por lo que calará con facilidad: crecemos, mejoramos y somos mucho mejores a pesar de las piedras en las ruedas que ponen otros.