Por primera vez en la Historia sonó el nombre de Democracia para un sistema de gobierno. Nació en aquella cuna que mecieron dos figuras muy importantes: maestro uno, que se llamó Platón; discípulo aventajado otro, al que llamamos Aristóteles. Situaron en el puesto de gobierno al Pueblo, en oposición a la Monarquía y a la Aristocracia; en el sistema democrático, no gobernarían ni un Monarca solitario ni los Mejores entre la nobleza del país. El Pueblo gobernaría y se impondría sus propias leyes como norma de conducta seguida "religiosamente". Y también llamaron a los sistemas negativos Tiranía, Oligocracia y Demagogia.

En la Historia de nuestra España encontramos muchos siglos en los que un rey gobernaba, de manera más o menos absoluta -por sí mismo o a través de un valido, llamado Duque de Lerma o Conde Duque de Olivares-. Hubo dos intentos de República, de escasa duración y -según parece- de poca eficiencia. Y hemos tenido a un dictador, jefe del bando ganador en una vergonzosa guerra "incivil". A ese sistema, solo justificado por la victoria en aquella Guerra de tres años, sustituyó, por la meritoria labor de don Adolfo Suárez, respaldado por Su Majestad don Juan Carlos I, este período de unos cuarenta años en el cual disfrutamos de una democracia más o menos decisiva. Esta apreciación se debe a que el "gobierno del Pueblo" se limita, en la práctica -al menos en el tiempo de ejercicio-, a unas Elecciones Generales cada cuatro años, acompañadas de unas municipales, autonómicas y europeas casi nunca coincidentes en el momento de su celebración.

Así ha venido ocurriendo en estos tiempos recientes: el pueblo ha votado en las Elecciones Generales y ha asumido el Gobierno de la nación el partido que señaló el pueblo de una manera mayoritaria, unas veces con mayoría absoluta y otras sin tal mayoría absoluta, pero con una mayoría relativa (o minoría cualificada), en la que se las ha arreglado para llevar a cabo el mandato que se le encomendó. Y en esas circunstancias nuestra patria ha ido ejerciendo la Democracia o lo que así se ha llamado.

Pero ha llegado un momento en que el Gobierno de turno convocó Elecciones Generales y el pueblo votó dando como mayoritario al partido que sustentaba al Gobierno que cesaba; pero la voz del pueblo fue tan débil que, en la normativa aceptada, el rey, jefe del Estado, hubo de celebrar la legislada "ronda de consultas" a los partidos políticos que obtuvieron escaños en el Congreso de los Diputados. Ante la respuesta -sincera, pero momentáneamente negativa- del líder del partido que sustentaba al Gobierno anterior, el rey repitió la "ronda de consultas" y propuso para que se sometiera a sesión de Investidura, al líder del partido más votado en segundo lugar, al que conocemos por el nombre de don Pedro Sánchez. Este señor se sometió a dos sesiones de Investidura: una en la que debería conseguir mayoría absoluta y otra en la que le sería suficiente con una mayoría simple, y, en ambas, el resultado fue negativo. Todo lo anterior, seguido por las numerosas gestiones infructuosas que don Pedro Sánchez ha realizado, nos lleva a continuar -puesto que este señor continúa "en sus trece"- a seguir dependiendo de si don Pedro se aviene a pactar con Podemos la constitución de eso que llaman "un Gobierno de Cambio". En caso contrario, iríamos a lo que debió suceder el 21 de diciembre. Aquel día, si se hubiera procedido como hacemos en una conversación ordinaria (cuando alguien habla muy piano le decimos: "habla otra vez más alto, que no se te oye"), se le hubiera dicho al Pueblo: "Puesto que en estas Elecciones has hablado de tal manera que no está clara tu respuesta , repite Elecciones Generales hablando más claro". Ahora nos abocamos a celebrar esas nuevas Elecciones Generales. Volviendo al título, yo -que no me considero filósofo, sino que he sido un humilde "despachador de Filosofía"- me atrevo a poner un nombre a lo que resultará: Si la Sesión de Investidura, al contrario de lo que viene sucediendo, hubiera tenido resultado positivo, llamaría a nuestro sistema una "Pedrada" (de Pedro), cuya piedra lanzó la mano del Rey; si el nuevo Gobierno resultara de un pacto de don Pedro con alguien, yo, que (como descendiente de labradores zamoranos) aplico a la vida en general los términos que se usan en la labranza, diría que en España ha caído un "Pedrisco".