La apuesta del papa Francisco por la familia es permanente y a fondo. En su más reciente encíclica, "La alegría del amor", el papa vuelve a hablar claramente sobre la situación actual por la que atraviesan las familias. Y lo hace de una forma valiente y decidida, atreviéndose con todo, sin dudar, explicando todas y cada una de las situaciones por las que atraviesan las familias, todas las familias. El núcleo de la sociedad que hoy se pretende destruir, minimizar, reducir a la nada, como si la familia hubiera perdido su razón de ser.

El santo padre no deja nada al albur. Lo abarca todo, desde los divorcios hasta las uniones de hecho, la pornografía, la biotecnología en el campo de la procreación, el abuso de menores, la violencia contra las mujeres, la falta de atención a las personas con discapacidad, pasando por las dificultades que entraña la educación de un hijo difícil y la deconstrucción jurídica de la familia. El papa aborda los nuevos desafíos que comprometen actualmente al núcleo familiar sin ambages, llamando a las situaciones y a las cosas por su nombre. Porque, siendo como es la familia uno de los bienes más preciosos de la humanidad, se ha empequeñecido su importancia. Francisco nos reconcilia con la realidad mientras nos muestra el camino, profundizando en las raíces buenas de las cosas.

Tenemos que leer "La alegría del amor". Un documento que no deja a nadie indiferente. Un documento cabal, como lo demuestra la apertura de Francisco a una mayor integración de los divorciados vueltos a casar. El santo padre habla, como no podía ser de otra forma, del "para siempre del matrimonio" que tantos han olvidado, desde el aspecto físico que cambia, y la atracción amorosa que no disminuye pero cambia. Apostando fuertemente por un proyecto común estable, "comprometiéndonos a amarnos y vivir unidos hasta que la muerte nos separe", pero abriendo las puertas a quienes hasta ahora las tenían cerradas, porque el hombre es un ser que busca permanentemente salir de la soledad para buscar el abrazo físico, al igual que a todos aquellos que participan de la vida de la Iglesia "de modo incompleto". Ya era hora. El papa apela a la lógica del Evangelio y lo hace con ese lenguaje suyo sencillo, simple y directo, y a veces también poético.

Me ha encantado todo lo que he leído de esa alegría que va emparejada al amor y que Francisco trata con sabiduría, con tolerancia, aun pudiéndose enfrentar a esos sectores conservadores de la Iglesia que todo lo ven mal, que en todo ven pecado, que no caminan con el tiempo que les ha tocado vivir, que prefieren permanecer aislados, incapaces de tener en cuenta la innumerable diversidad de situaciones concretas que desde hace tiempo estaban necesitando del aliento de esta nueva exhortación. Un documento en el que no ha faltado la autocrítica, lo que pone de manifiesto el talante del papa Bergoglio quien, una vez más, ha vuelto a apostar por la alegría del amor.