Andan pero que muy preocupados los jubilados españoles porque parece, según se publica, que se acaba la hucha de las pensiones. Que en realidad solo hay para dos años más, aunque por supuesto que ello no significa de ninguna manera que vayan a dejar de cobrarse las percepciones. Habrá que buscar modos y maneras, una papeleta que ya corresponderá por entero al nuevo Gobierno sea el que sea. Lleva mucho tiempo este problema flotando como un fantasma amenazante a la sociedad, pues entre el paro y la destrucción de puestos de trabajo, por una u otra causa, cada vez son menos los cotizantes al sistema y ello agudiza las dificultades de mantenimiento del estado del bienestar, en un país donde además una buena parte del prepuesto público se va en pagar los gastos de los 17 reinos de taifas en los que los mal llamados padres de la patria tuvieron la ocurrencia de dividir España. Claro que más preocupados debían estar, y lo están, los próximos jubilados que van a ver cómo las pensiones que perciban se reducirán en relación con las actuales, nada boyantes tampoco.

Pero no a todos les quita o les quitará el sueño la gravedad de este asunto. Ahí está, por ejemplo, el que ha sido hasta ahora presidente de Telefónica durante la friolera de 16 años, César Alierta, que se va a llevar de pensión la bonita suma de 35 millones de euros. Un buen pasar, pero tampoco es el único, que los CEOS -el anglicismo que se usa, dentro de la tontuna general, para designar a los altos cargos de las multinacionales- de las mayores empresas del Ibex tienen pactadas jubilaciones doradas semejantes. Puede que lo merezcan, pero chirría la cosa, por mucho que se trate de compañías de capital privado como es el caso de Telefónica, que en los años 90 fue privatizada absolutamente, participada por grandes bancos y consorcios, hasta chinos, y por millón y medio de accionistas.

Deja Alierta a Telefónica convertida en la primera empresa de telecomunicaciones del país, aunque siempre lo fue, y en la quinta del mundo, con ramificaciones en toda Europa y en diversos países latinoamericanos. Las ganancias netas anuales superaron el último ejercicio los 3.000 millones de euros y sus planes de expansión serán continuados por su sucesor, Alvárez-Pallete, que ha sido consejero delegado en los últimos años, un hombre más joven con el que los observadores esperan un impulso definitivo para Telefónica y sus distintas marcas, pues pese al auge espectacular no han faltado tampoco en la gran compañía problemas y pasos errados que le han llevado a tener que aligerar sus plantillas de personal, a bajar en las cotizaciones y a acumular una importante deuda, aunque todo ello puede resultar una consecuencia lógica y normal de su enorme crecimiento y expansión.

La gente, la mayoría de la gente, la que no es accionista y la única relación que tiene con Telefónica es la de la factura de Movistar que le llega cada mes, lo que le pediría al nuevo presidente es una mejor atención, en todos los aspectos, a sus millones de usuarios, pues las telecomunicaciones siguen siendo el primer motivo de queja de los consumidores. Confiemos en que así sea.