La cuestión no es que sobre el Senado; que sobra, claro, porque jamás ha demostrado utilidad alguna y sale carísimo. La cuestión no es tampoco que sobren las diputaciones porque la división provincial ha ido quedando obsoleta con la aparición de las autonomías, la extinción de los pueblos y la reducción de distancias al mejorar el transporte. La cuestión es que, sencillamente, tenemos más administraciones de las necesarias y más de las que podemos pagar. Eso es así y en realidad siempre lo hemos sabido. Yo tengo artículos muy viejos, de los años 80 y 90, en los que me preguntaba qué pasaría cuando llegaran las vacas flacas y hubiese necesidades más perentorias que pagar chorradas como el Consultivo, inutilidades como el Consejo Económico y Social (de Castilla y León, del resto de autonomías y del Estado central), interminables legiones de asesores sin nada que asesorar, ejércitos de enchufados sin la más mínima habilidad para el puesto "agraciado", diputaciones sin sentido o subvenciones caprichosas a todo lo que se mueve (o a todo lo que se sabe mover).

Las vacas gordas de finales del siglo pasado empezaron a adelgazar y adelgazar, se transformaron en flacas y? seguimos igual. Con el mismo número de mamandurrias, pesebres y ubres públicas a disposición de los infinitos pícaros que da de sí siempre este país. Hay ahora millones de personas viviendo por debajo del umbral de la pobreza. La mitad de los parados (también contándose por millones) no recibe prestación alguna. Esos mismos parados, con o sin prestación, carecen de horizontes creíbles de nueva ocupación. La pobreza se extiende incluso a los que trabajan en condiciones cercanas a la esclavitud, despojados de derechos, percibiendo remuneraciones que sonrojan, con contratos de días e incluso horas? Y en medio de este panorama de empobrecimiento general del país, ocho años después de iniciada la estafa mundial que llamamos crisis (pongamos que empezó en 2008), no se ha eliminado en España ni una gota de grasa, ni uno de esos mil organismos o administraciones innecesarias y que tantos millones cuestan y que podrían, cuando menos, paliar la galopante necesidad de tantas víctimas inocentes de la rampante desigualdad.

Esa es la verdadera cuestión. No se trata de que algunos nos levantemos inspirados o caprichosos y, porque sí, decidamos pedir la desaparición de las diputaciones. Se trata de que estas deberían de haber desaparecido cuando surgieron las autonomías, porque no podemos tener, no nos podemos permitir, tantas administraciones sobre una misma realidad: la municipal, la provincial, la nacional y la europea. Todas ellas con sus ejércitos de políticos, altos cargos, funcionarios y personal "de confianza" (como si los demás fuesen de desconfianza). Todas ellas con sus organismos dependientes, sus mil ventanillas y sus inevitables líos competenciales. La existencia de las diputaciones, si se fijan, solo la defienden quienes viven de ellas. El PP, aquí o en Galicia. El PSOE, con no menos fiereza, en Andalucía. Puro juego partidista, ajeno al interés general. No hay nada que las diputaciones -salvo las vascas, que están en otra dimensión- no puedan traspasar, con mejor funcionamiento, a su autonomía respectiva, o a los ayuntamientos, en lo que estos puedan asumir por su tamaño.

En Zamora es evidente que la Delegación de la Junta podría asumir sin traumas lo que hace la Diputación, con un periodo intermedio, de transición, en el que esta se convirtiese en brazo ejecutivo de aquella. Los pueblos no solo no sufrirían, sino que podrían estar mejor atendidos y con más dinero disponible, dada la muy documentada ineficacia funcional de las instituciones provinciales. Reconozco, sin embargo, el enorme y único problema que provocaría la desaparición de estas instituciones y de los diferentes "pesebres de oro", tipo Consultivo: centenares de políticos de segunda y tercera se verían de pronto en la calle, sin posible colocación. Y ese drama personal de unos cuantos es lo único que nos hace seguir teniendo que pagar las millonadas sin fin de todo este tinglado. No hay más. El resto son cuentos y propaganda partidista de los dos grandes partidos.

La cuestión, para terminar, no es que sobren el Senado, la Diputación, el Consultivos y los mil tinglados similares repartidos por todo el país. La cuestión es que con tanta acumulación de "grasa" burocrática y administrativo, el cuerpo colectivo apenas se puede mover y no nos llega para alimentarlo. Por eso conviene una dieta drástica. No por estética, no. Por salud, por sostenibilidad. Y porque es éticamente inadmisible que haya gente con el estómago vacío mientras otros no paran de cubrirse bien el riñón a cuenta de lo de todos y a cambio de nada.

(*) Secretario general de Podemos Zamora