Lo de estar más cerca de un acuerdo que de la repetición de elecciones fue la primera impresión expuesta por el líder del PSOE, Pedro Sánchez, tras su reunión con el líder de Podemos, Pablo Iglesias, encuentro en la cumbre que tanta expectación había despertado y que había sido precedido, según se cuenta, por discretas entrevistas entre representantes de ambos partidos, que se continuarán en días sucesivos a través de las respectivas comisiones negociadoras. Y a las que, de alguna manera, pudiera unirse Ciudadanos, pues Iglesias ya ha manifestado estar dispuesto a reunirse con Rivera. Sin embargo, desde el partido centrista o centroderechista ya se ha avisado que nada cambia.

Además, Sánchez ha precisado de manera muy clara que cualquier acuerdo con Podemos deberá contar con la aprobación de Ciudadanos, mientras sigue insistiendo en su postura de una triple coalición formada por el PSOE y los partidos de Rivera e Iglesias. La teoría de los 199 escaños, una mayoría sólida y puede que estable, que sería muy del agrado de buena parte de los electores, pero que será muy difícil de conseguir, frente a la otra teoría, la de Podemos, con 161 escaños totalizando la representación en el Congreso de los partidos de izquierda, que es la actitud que preconiza Iglesias, quien no ve posible, ha dicho, estar en un Gobierno en el que estuviese Ciudadanos, justo lo mismo que dicen los de Rivera respecto a Podemos. Pero es que Sánchez y Rivera no suman suficiente, como ya quedó patente el pasado febrero. De ahí que mientras Ciudadanos quiere la abstención de Podemos, para una nueva sesión de investidura, Podemos quiere la abstención de Ciudadanos.

Pero se ponga como se ponga Albert Rivera, que fuerza tocar poder, pese a ser el que menos escaños tiene de los cuatro primeros, y por más que las distancias entre PSOE y Podemos continúen pareciendo insalvables, la cita del miércoles entre los dos líderes y candidatos ha acercado algo, en efecto, las posturas de la izquierda y ha reflejado un lenguaje más próximo por ambas partes en el que se evidencia una mayor voluntad de entendimiento, con un objetivo común: defenestrar al PP y sacarle de La Moncloa. A ese aspecto y en ese sentido parecen limitarse las esperanzas de un pacto final, de última hora. Que Iglesias haya renunciado a ser vicepresidente del Gobierno es una anécdota que nada resuelve. Sí puede ser importante, en cambio, que el tabú de la consulta sobre la secesión catalana se confíe a una negociación concreta entre socialistas y representantes de Podemos en Cataluña.

A no ser que, en el fondo, todo ello no sea más que una escenificación para demostrar que cada cual ha hecho lo que ha podido y que si hay que repetir elecciones la culpa es de los demás. Unas elecciones que darían resultados semejantes, que harían que no hubiese Gobierno hasta septiembre en el mejor de los casos, y que costarían al erario público casi 150 millones de euros. Todo ello no puede ser más lamentable pero ese sigue pareciendo hoy día el destino final, por mucho que todos los partidos reiteren que no quieren nuevos comicios pero tampoco los temen.