Mucha prisa tenía Pablo Iglesias por cerrar la crisis interna abierta en Podemos, más grave y puede que trascendente de lo que el líder del polémico partido ha intentado dar a entender y como la misma premura en imponer un sucesor al defenestrado secretario de organización demostró. Y lo demuestra, igualmente, y con una contundencia que se ramifica en otras diversas, el hecho de que el elegido a dedo sea un representante de la corriente más radical, Echenique, vinculado, al parecer, a los movimientos antisistema que fueron una de las fuerzas principales en el espíritu iniciático y promotor del 15M. Que ya se ve dónde ha llegado hasta el punto de tener hoy día Podemos la última palabra dentro de la compleja situación creada por las elecciones del 20D y que se va a repetir, salvo milagro, en junio si hay elecciones. Que Monedero, un dirigente ahora en la sombra, hable de una tercera vía para el partido es la prueba de que la crisis no se ha cerrado o se ha cerrado en falso.

Si antes, en la fallida investidura de Sánchez, no hubo posibilidad alguna de que a última hora los de Iglesias se abstuviesen para facilitar un Gobierno de centroizquierda con Ciudadanos, ahora parece que hay las mismas probabilidades de acuerdo: ninguna. Iglesias se ha hecho con el mando total del partido, y desde esa posición plenipotenciaria se reúne mañana miércoles con Sánchez en un intento mutuo de reconducir la situación, pero en las condiciones marcadas por Podemos, que no han variado, con el veto a Ciudadanos -veto recíproco por parte de los de Rivera- y el referéndum secesionista catalán, líneas rojas que el PSOE no admite. Lo que tiende a indicar que no habrá pacto y que el tiempo seguirá su marcha hasta el 3 de mayo, fecha en que se convocarían las nuevas elecciones, a las que se llegaría por el egoísmo, los intereses y los rencores personales y políticos. Si bien en las vísperas se está especulando con una postura más dúctil de Iglesias para evitar volver a las urnas.

De no ser así, el líder de Podemos vuelve a medir mal sus fuerzas, que quedarán menguadas si hay nuevos comicios, pues su actitud intransigente no ha sido bien recibida por una parte de los suyos y de sus votantes que aspiran a dejar gobernar al PSOE con Ciudadanos con tal de erradicar al PP. Pero, si no rectifica sobre la marcha, Iglesias, el que manda en un partido tan democrático, llevará su arriesgada apuesta del todo o nada hasta el final. Lo que nacía como una lucha contra la casta del poder se ha convertido en una lucha por llegar a constituir una nueva casta en el poder. Es lástima, porque Podemos arrancó como una alternativa ilusionante para una sociedad que exigía el cambio, desencantada e indignada ante tanta corrupción e incompetencia. Demasiadas prisas en un partido que ahora tiene dos años de vida, que está a medio hacer, en el que se echa de menos más madurez y responsabilidad política, y que tan pronto parece que quiere acercarse a la socialdemocracia como se exhibe orlado por un comunismo viejo y rancio que quiere igualar por abajo, no por arriba. Que es justo lo contrario de lo que quiere la gente. De la esperanza, muchos están pasando a una cierta decepción.