Esta madrugada hemos adelantado los relojes en Europa. En el caso de España, el cambio ha vuelto a poner sobre la mesa el debate inacabado sobre los horarios de trabajo y los usos del tiempo. Conviene recordar que no estamos en el uso horario que nos corresponde geográficamente y que en nuestra actividad cotidiana llevamos dos horas de retraso con respecto a otros países de Europa, tal y como ha demostrado recientemente José María Fernández-Crehuet en su tesis doctoral "La conciliación de la vida profesional, familiar y personal. España en el contexto europeo". Somos una excepción en Europa en un asunto clave que está afectando a todos los ámbitos de nuestra vida cotidiana: el trabajo, la familia, el ocio, etc. Y lo curioso es que, aunque sabemos que el desajuste horario tiene numerosas implicaciones en nuestra existencia, aún no hemos sido capaces de coger el toro por los cuernos y de poner algunas dosis de coherencia y racionalidad en un asunto de tanta importancia para los ciudadanos.

Por ejemplo, nuestra especial dedicación al trabajo, al menos en número de horas, no significa que seamos más productivos, más competitivos y más eficientes. Aún recuerdo las célebres palabras del anterior presidente de la CEOE, Gerardo Díaz-Ferrán, cuando hace unos años defendía en público que solo se podía salir de la crisis económica trabajando más y ganando menos. No sé si aún mantendrá esa visión o si, por el contrario, la cárcel le habrá hecho recapacitar y abrazar la tesis del Banco Central Europeo: no se necesita trabajar más, sino mejor y ser más productivos. Porque los datos son irrefutables. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), en 2014 Alemania era el país donde menos horas se trabajaba (1.371 al año). Justo por delante del país germano, motor económico de Europa, se situaban Holanda (1.425), Noruega (1.427), Dinamarca (1.436) y Francia (1.473). España, con 1.689 horas trabajadas al año por empleado, superaba con creces los datos de esos países.

Si se fijan, los países de nuestro entorno con una semana laboral más reducida son precisamente los que registran las tasas de paro más bajas, los índices de renta per cápita más altos y los niveles de desarrollo humanos más elevados. En las sociedades tecnológicamente avanzadas, como la nuestra, el tiempo que se está en el puesto de trabajo en muchos sectores económicos ha pasado a un segundo plano. Lo importante no es tanto alargar la jornada laboral sino mejorar e incrementar la productividad que se obtiene con nuestro trabajo. Esa es la clave. Y para aumentar la productividad de nuestra economía se requieren medidas y acciones que vayan en otra dirección; entre otras, mejorar la formación de los recursos humanos, invertir mucho más en investigación, desarrollo e innovación y, por supuesto, racionalizar los horarios de trabajo. Porque de poco sirve trabajar más horas que el resto cuando nuestra particular distribución del tiempo es un lastre para la conciliación de la vida laboral y personal.