Al final, todo remite a lo mismo. Da igual que mires a lo más cercano o lo más lejano, a lo pequeño o lo grande, a lo micro o lo macro. Recuerdo mi incomodidad cuando, en la campaña electoral y como candidato, me formulaban la pregunta más pertinente pero también la más complicada:

-¿Qué hará usted contra la despoblación si sale elegido?

La incomodidad no era por no saber qué decir, sino porque la respuesta no cabía en los 30 segundos que esperaban mis colegas de radio o televisión, o en unas líneas de texto. La incomodidad era también por que no quería responder con las estériles y mendaces muletillas habituales: fijaremos población en los pueblos, llevando industrias y actividad al medio rural. Una respuesta preciosa, ¿verdad? ¿Pero qué significa? Nada, en realidad, porque la clave no es el qué sino el cómo. Todos sabemos que para fijar población en un punto deben existir medios de vida o focos de actividad. Lo complicado es saber cómo se alcanza esa meta, suponiendo que sea alcanzable. En mi caso, para responder con honradez debía remitirme a la situación histórica y económica que estamos viviendo; a ese triunfo de unas doctrinas ideológicas que justifican el saqueo de todos para que se enriquezcan unos pocos. En tal sistema, todo se mide por su rentabilidad inmediata y es válido o no según permita que los pocos poderosos se enriquezcan aún más a costa de todos. Y si algo no da esa rentabilidad a los de arriba, como provincias pequeñas y aisladas, como pequeños explotaciones agroganaderas, pues sobra, sin más. Mientras no cambie el depredador y despiadado sistema económico actual, para Zamora y sus gentes no puede haber esperanza alguna. Como mucho, y como ya se va viendo, habrá planes para que extensiones cada vez mayores queden vacías y en ellas se creen inmensas fincas de caza y recreo para que los poderosos vengan de vez en cuando a dar unos tiros y respirar el aire puro de sierras sin contaminar.

Lo más pequeño, pues, lo más cercano, lo que tenemos a nuestro alrededor, se explica y se entiende solo si miramos desde arriba y acertamos a ver el sistema económico internacional que nos está tocando sufrir. Pero también lo más grande y lejano, como la terrible crisis de refugiados, se entiende solo desde la perspectiva de ese sistema económico. A las legiones de sirios, entre otros, que huyen despavoridos de sus casas destruidas y de sus país arrasados no se les cierra la puerta porque la gente se haya vuelto ferozmente insolidaria, egoísta o xenófoba. Existen esos fenómenos, pero no suelen ser mayoritarios en ningún país. Se les cierra la puerta porque los gobernantes europeos solo ven el gasto inmediato que provocarán, en atenciones y mantenimiento. Véase el caso Rajoy: prometió acoger un número ridículo de refugiados? pero no ha acogido ni la décima parte. No tiene dinero, dice; para eso, no. Los gobernantes europeos hace tiempo que no gobiernan sobre lo fundamental; se limitan a obedecer como autómatas a los poderosos que nadie eligió y que deciden la economía internacional.

En ese nuevo orden económico está el origen de todos nuestros grandes problemas. Lo que llaman neoliberalismo es la consagración de la codicia extrema como motor de la sociedad. Pero con trampa. Solo cuenta la codicia de unos pocos, los más prósperos, los que están podridos de dinero. Si esos codiciosos no ven beneficio posible en algo lo destruirán, llámese ese algo medio rural, vida del campo, provincia pequeña o extensas zonas geográficas al completo. Como todo el mundo sabe, el único problema de los refugiados, de los emigrantes en general, es que no tienen dinero. Pues cuando lo tienen dejan de ser refugiados o emigrantes y se transforman en invitados vip con pasaporte y alfombras rojas por donde quiera que van. Ese es el mundo que se ha erigido en las últimas décadas y que, sin control, está amenazándolo todo. Y contra ese mundo inmundo nos empezamos a levantar por muchos lugares, rincones y países. No es que nos vaya la vida en ello, que también. Es que nos va el futuro, nos va cuanto conocemos, nos van provincias como la nuestra, nos va la dignidad. O ponemos freno al sinsentido de la economía actual o acabaremos, como ya se vislumbra con bastante claridad, en la pobreza general, en la miseria, en la neo-esclavitud laboral y sometidos al poder de imbéciles integrales sin otro mérito que atesorar cantidades colosales de riqueza. Esa es la batalla, paisanos, en la que con tantas buenas gentes estoy embarcado. El enemigo parece invencible. Pero no ganará. Otro mundo es posible, otra Zamora existirá. Y vosotros y yo lo veremos.

(*) Secretario general de Podemos Zamora