Con el derecho que da haber formulado que la Semana Santa de Zamora hace tiempo que se convirtió en una de las mejores fiestas paganas de la primavera hispana, y el célebre refrán "Zamora, en Semana Santa, el que no liga es un manta", se va, en lo que sigue, a tratar de calmar el desasosiego que produce, en algunos sectores de nuestra sociedad, el célebre botellón del Jueves Santo en Zamora.

Se lee estos días que su crecimiento (10.000 personas) puede hundir y acabar con nuestra plástica, estética, musical, bella, emotiva y acogedora Semana de Pasión.

Y en esa línea (acabemos con esta lacra) los vecinos (que quieren dormir bien), los bares (que quieren vender más) y los conservadores (que quieren tener nietos pero que el mundo no cambie) se han convertido en una especia de Liga en Defensa de las Buenas Costumbres, y han puesto su grito en el cielo (do de pecho, más sonoro si cabe, este año que otros, como si fuera una trampa tendida contra el gobierno rojo del municipio).

Cuando sin embargo, el botellón de Zamora es un casual, pero genial, complemento de la Semana Santa como negocio.

No seré yo quien diga que el botellón de no existir habría que inventarlo, pero sí digo que ya que existe hay que mimarlo.

Y por si a alguien le ha dado un soponcio, explícase deprisa qué es "mimarlo".

Mimarlo es: Poner urinarios cerca. Cercar el terreno invadido con fuerzas de orden por si hubiera que mantenerlo. Apostar más de una ambulancia cerca. Y dar por hecho que algún dinero se ha de gastar en reponer, con urgencia, mobiliario urbano.

Porque lo mismo que los llamados complementos se han convertido en piezas esenciales del vestir, de manera tal que si no los llevas no pasa nada, pero si el complemento es el adecuado, resulta que vistes y luces mejor, en este caso hay que analizar si el botellón es un complemento de la semana grande de Zamora.

Por tanto, la pregunta debe ser: ¿Es el botellón del que hablamos un complemento adecuado para la economía de la ciudad?

Y la respuesta es, indubitablemente, que sí:

1º.- Como factor publicitario de Zamora y su Semana Santa es inmejorable y gratuito.

2º.- Como factor de fidelización por la ciudad e incluso por su Semana Santa es rotundo. Un gran porcentaje de esa juventud que se bautiza con bebidas baratas en San Martín volverá con sus hijos (en otro plan) a aquella ciudad que de pasada vieron y donde tanto disfrutaron (¿no vuelve quien hizo la mili a donde la hizo?).

3º.- Diez mil visitantes, por poco que gasten, dejan dinero en abundancia aquí y en tan solo una noche.

4º.- Los bares no pueden pretender más clientes en unos días que no dan abasto a atender, cosa que todos celebramos.

5º.- Recuerdo, incluso, años de lluvia y procesiones clausuradas en que a los establecimientos próximos a Tres Cruces les salvaron en parte los muebles los últimos botelloneros, que buscaban el calor de unas sopas de ajo camino del bus.

6º.- Que haya que gastar en reponer mobiliario urbano es como cuando se gasta en promover un congreso o una visita egregia.

7º.- Los ingresos por horas extras a las fuerzas del bien no les vienen mal.

8º.- Los vecinos de las proximidades es verdad que pueden tener una noche de insomnio, pero no distinta a la de otros sitios como ocurre con las verbenas en la Plaza Mayor. Y en estos casos no cabe otra cosa que pedirles el favor de que lo afronten como un sacrificio solidario por el bien del conjunto social.

9º.- Si vemos el botellón de la Pasión como un complemento a la economía y alegría de la ciudad, mejor para todos.

10º.- La incidencia sobre las procesiones es mínima, si es que existe, pues la única procesión que podría ser afectada (porque la del "5 de Copas", a pesar del nombre, queda muy lejos del botellón), la del Yacente, no lo es, pues los jóvenes (nuestros hijos o nietos), saben, y demuestran que lo saben, cuándo empezar a dar rienda suelta a su alegría, que debe ser la nuestra.

Bienvenidos.