Qué duro es dar el paso de que mi madre vaya a una residencia, pero más duro es encontrar la adecuada. Nos hubiera gustado tenerla con nosotros, pero hay circunstancias en la vida que te obligan a no poder cuidarla como quisiéramos.

Palmira estaba en su casa con una cuidadora a la mira de sus hijos, ya que debido a unas caídas no podía valerse por sí sola.

Iniciamos a dar este paso por ella, porque nos pidió a los hijos que la lleváramos a un lugar donde estuviera con personas de su edad, cuidada y atendida, como así ha sido.

Nos pusimos en contacto con Adela y Encarna de la residencia "Los Rosales" de Moraleja del Vino. Conseguimos una para Palmira. Enseguida nos dimos cuenta de que podía ser la adecuada para ella por la familiaridad y el cariño que allí se veía. Los hijos nos quedamos muy tristes y preocupados, pero para nuestra sorpresa, a los dos días de estar allí ya estaba integrada en el centro con las demás personas. Era tan feliz contando sus historias, poesías y cánticos que un día nos dijo: "De aquí no me voy, esta es mi nueva casa".

Por eso quiero aprovechar esta carta para agradecer a las directoras, gobernantas, médica, enfermeras, trabajadora social, cocineras y demás personal; en especial a sus cuidadoras, Loli, Lourdes, Transi y Montse. La cuidaban con mucho mimo y cariño.

Gracias por haber hecho estos dos años y medio una etapa tan bonita en la que mi madre fuera tan feliz "en mi casa".

Para nosotros, sus hijos, haber podido disfrutar de ella hasta los 96 años vividos, y ella de nosotros dándole todo el cariño que una madre se merece.

Palmi, has sido una madre ejemplo, para ti todo estaba bien, siempre dispuesta a dar cariño y también recibirlo. Para ella fue su felicidad elegirlo así y valiente hasta el último momento.

Muchas gracias, Adela y Encarna.

Mamá, tú te has ido, pero tus recuerdos permanecerán en nuestros corazones.

Juan Luis, Tirso y Petri

(Zamora)