No es ninguna novedad que el CIS refleje que la segunda preocupación de los españoles, tras el paro, sea la corrupción. Lo que destaca en la encuesta del Cetro de Investigaciones Sociológicas es que el aumento de esta inquietud se ha disparado como consecuencia de la gran cantidad de escándalos que se han descubierto últimamente y de su gran envergadura. Y de esta ola de corrupción que nos invade, para el 60 por ciento de las personas consultadas ahora mismo, el responsable principal es el PP y muy particularmente su líder Rajoy, presidente del Gobierno en funciones de la nación.

Incluso los propios militantes y votantes reconocen la gran cuota de culpa de su partido, aunque en general consideren la corrupción como casos aislados y tramas organizadas por personas, por muy numerosos y graves que estén resultando ser. Lógicamente, desde la derecha se encuentran y manejan más excusas que desde la izquierda que carga con todo contra el PP. Pero los hechos son los hechos y ahí están los grandes viveros de corrupción de Madrid, Valencia y Baleares, con la Púnica -y un presidente y un vicepresidente de la comunidad madrileña imputados entre otros muchos-, la caja B, el Gürtell, Taulas, Matas, y todos dentro del ámbito del partido que ha gobernado los últimos cuatro años.

No es que solo el PP acapare la corrupción, que también el PSOE acumula lo suyo, empezando por los grandes escándalos de Andalucía. Ahora mismo un gerifalte socialista de Galicia, el presidente de la Diputación de Lugo, ha sido imputado con numerosos cargos a sus espaldas. Pero ahí sigue. Parece que no se privaban de nada a costa del erario público. Y sin salir de la región de Rajoy, otro presidente de Diputación, el de Orense, este del PP, imputado por presunto acoso sexual a cambio de trabajo. Así que como para intentar defender a estas instituciones, a las que solo defienden los que viven de ellas, los que la gobiernan. No es de extrañar que los regidores de las diputaciones andaluzas, de derechas e izquierdas, se hayan unido para defender los chollos de los que disfrutan.

A la gente no se le olvida que cuando llegó Rajoy al poder, y entre otras muchas promesas que nunca cumpliría, se comprometió a luchar contra la corrupción a base de rigor y transparencia. Ni lo uno ni lo otro, aunque haya hecho leyes al respecto. La transparencia es una anécdota que poco o nada tiene que ver con lo que se estila en otros países europeos, limitándose sobre poco más o menos a lo que ya se sabía antes, a lo que ganan parlamentarios y altos cargos, que sirve sobre todo para que en los pueblos de algunos puedan decir los vecinos eso de: mira este, quién le ha visto y quién le ve. Y en cuanto a la lucha contra la corrupción, días antes de la campaña electoral Rajoy inauguró una oficina para eso, una oficina que ni siquiera contaba con funcionarios cuando fue abierta.

Como le dijo Rivera en el debate de investidura, y como le han dicho todos los líderes de la oposición en uno u otro momento: mal puede limpiar de corrupción el país quien es incapaz de limpiar su propia casa. Pues eso.