La propuesta programática de Pedro Sánchez en el discurso de investidura fue un ofrecimiento ajustado, progresista y reconocible de la situación de nuestro país, y por lo tanto, una aproximación seria para resolver los graves problemas que tiene España. Esto quedó demostrado cuando en el debate posterior no se discutió por ninguno de los líderes de los demás grupos políticos su idoneidad, ni se ofrecieron alternativas para intentar afrontar los escenarios urgentes como el desempleo, los parados sin prestaciones, los jóvenes sin becas ni futuro, los pensionistas y el copago de los jubilados, los desahuciados sin alternativas, la paralización de los programas de dependencia, la negociación urgente con la Unión Europea para la renegociación de la deuda? Prescindiendo, en suma, del gobierno en funciones de Rajoy, que tapona todo liderazgo y progreso, como reconocen los suyos.

Tengo que reconocer que, lo que en su momento no consiguieron Anguita y Aznar, en orden a bloquear la posibilidad de un gobierno de progreso para nuestro país, lo están intentando, una vez más, Iglesias y Rajoy, votando en la misma dirección; es decir, paralizando la formación de un gobierno de progreso. Ya vimos en plena campaña electoral cómo Rajoy felicitaba a Iglesias, después de un sondeo electoral: "vais bien". Lo que se asemeja a los compromisos de ayuda mutua con los que Aznar y Anguita se conjuraron para la creación de las "dos orillas", el "sorpasso" o la llamada "pinza". Y de paso, entonces y ahora, echar abajo al Partido Socialista.

En relación a las actitudes (otros dirían al postureo) de Podemos, hemos pasado de escuchar la pretensión de referendos para Galicia, el País Vasco y Cataluña, y de cuatro grupos parlamentarios en el Congreso de los Diputados, a exigir, en un hipotético gobierno de coalición con el Partido Socialista, la vicepresidencia plenipotenciaria, los ministerios de defensa, economía, educación, sanidad, servicios sociales, el control de jueces y fiscales, de RTVE, del CNI y la creación de un nuevo ministerio de plurinacionalidad.

Todo ello, entonces y ahora, con un estilo exhibicionista, narcisista y prepotente. Hemos escuchado discursos cuyo objetivo, aplaudido por Podemos, era, ni más ni menos, que acabar con el orden constitucional mediante la violencia y la ruptura de España. Los socialistas, que conocemos la historia, no estamos dispuestos a aguantar la pretendida superioridad moral y política de quienes pretenden dar lecciones de ética. Tampoco queremos llevar al país a una confrontación frentista izquierda/derecha, que nos llevaría a una situación desastrosa, en términos de credibilidad social y económica. Sí queremos la formación de un Gobierno trasversal que afronte los problemas de todos los españoles, y no un gobierno de confrontación.

En definitiva, no se puede llegar a unas conversaciones y negociaciones con la pretensión de llegar a acuerdos, cuando se inician con descalificaciones, con insultos, con mal estilo.

Todos los partidos habrían deseado tener mayoría para gobernar, para eso se presentaron a las elecciones, pero nadie ha tenido esa mayoría suficiente para hacerlo en solitario, por lo tanto, es el momento de crear espacios de entendimiento y convivencia. En este sentido, el Partido Socialista ha demostrado la coherencia que otros no han tenido, durante todo el proceso, y ha pedido, y lo sigue haciendo, a los demás partidos la misma coherencia. Porque esto no es cambiar cromos, ni un juego de tronos.

Hay que reconocer que la situación en relación con los resultados electorales presenta dificultades políticas, pero es lo que han querido democráticamente los ciudadanos. Lo cual exige no caer en el simplismo de analizar con estupidez las consecuencias, y menos ofrecer soluciones puramente partidistas. Son momentos en que se tiene que demostrar altura de miras y donde el sentido de estado tiene que primar sobre los egoísmos particulares. Solo así podremos evitar que España se enfrente a un callejón sin salida. Ante tales penurias intelectuales, los ciudadanos tenemos que reaccionar, exigiendo a los garantes públicos la máxima responsabilidad, y que eviten entorpecer las soluciones, pues sería tremendo que España permaneciera inmóvil y encallada, sin perspectivas, por la ausencia de inteligencia por parte de los responsables políticos.