A nuestros seminaristas: En este tiempo de Cuaresma apuramos a confesarnos y a menudo lo que buscamos con ello es justificarnos de nuestros actos. A veces la gente utiliza en la confesión dos máximas que me parecen como mínimo farisaicas: "mentiras piadosas" y "criticar, pero sin querer hacer mal a nadie". Es cierto que muchos olvidan (olvidamos) que el sacramento no es un encuentro con nuestra interioridad, no es una simple autoevaluación de lo que queremos cambiar -o seguir haciendo mal- en nuestra vida. El sacramento de la reconciliación es un encuentro con el padre que nos abraza porque Jesús con la fuerza del Espíritu nos ha perdonado. Se nos olvida que lo más importante del sacramento -de cualquier sacramento- no es nuestra situación, sino que Dios sale a nuestro encuentro.

Algunos consideran -y algunos de vuestros amigos os lo dirán- que la figura del sacerdote para el perdón de los pecados sobra, otros piensan que es privilegiada porque se entera de todos los "cotilleos", incluso hay algunos chistes -bastante buenos, por cierto- sobre la confesión. Pero la reconciliación como sacramento no es más que la parte visible de la tarea del sacerdote como agente reconciliador en su vida y su entorno. Me atrevo a decir que si los sacerdotes no tendemos puentes para la amistad y la reconciliación de los que están a nuestro lado o enfrente de nosotros, al penitente solo le queda la fe en que el Espíritu actúa en el sacramento, poco más. Como sabéis -y un día experimentaréis-, no es una postura privilegiada o interesada la del sacerdote, más bien es un trance difícil que alguien permita que nos asomemos con nuestra mirada humana a su conciencia. Es difícil hacer comprender que hay actos tan malos como malas actitudes, complicado ayudar a que uno se perdone a sí mismo porque Dios te ha perdonado, manifestar entre lágrimas y nervios de algunos penitentes el abrazo misericordioso y tranquilizador del padre -como dice la fórmula de absolución, el perdón y la paz-, mostrar que donde abunda el pecado sobreabunda y se desborda la gracia? Y todo eso manifestando en nuestra vida que es posible vivir la reconciliación de forma cotidiana.

Feliz día del Seminario, hermanos.