Vaya por Dios. Si es que no salimos de una y ya estamos en otra. Ahora resulta que nos rompemos. En Podemos siempre nos pasan cosas tremendas que no pasan en ningún otro partido, oye. No conseguimos normalizarnos. Con lo bien que estaríamos, oye, siendo del PP, donde da igual que haya cien corruptos o mil o cien mil: sigue siendo el partido del orden, y no me pregunten qué es el orden según este partido porque eso es tema para tesis y tal. Con lo guay que sería que me hubiera hecho de Ciudadanos: da igual lo que defienda en su programa (¿quién se lee los programas?), es un partido nuevo, a estrenar, estupendo, sin contraindicaciones, justo el que quiere cualquier madre para el novio de su hija. Con lo estupendo que resultaría verme en el PSOE, partido tan de orden como el PP pero con estética e historia "de izquierdas", para que no se diga que no hay dónde elegir o que todos son iguales. Pues me tuve que hacer de Podemos, ya ves. Y no gano para disgustos. Los de Podemos tenemos que abrir cada día la prensa o ver las noticias con casco y chaleco antibalas. O sea, agarrotaos.

-¡A ver qué hemos hecho hoy!

Y no falla. No hay día en que no seamos culpables de algún inminente fin del mundo o de la mayor barrabasada que vieran los siglos. Es verdad que después, pasados unos días, se descubre que el mundo sigue y no hubo ningún fin o que las barrabasadas fueron un puro invento. Pero eso ya no suele ser noticia, y si lo es, será una pequeñita y escondida donde no la vea nadie. Hay que aplicar a rajatabla el viejo principio de los periodistas cínicos: No dejes que la realidad te estropee una buena noticia. Estos días nos toca descubrir que Podemos se rompe, se parte en dos. En un lado queda Pablo Iglesias y quienes quieran seguirlo, una panda de radicales que no veas tú. En el otro, Íñigo Errejón, que al parecer es más realista y ha conseguido agrupar a la otra parte del partido, no tan radical o al menos no tan incendiaria. Te enteras de todo esto de un día para otro, de repente, por la prensa nacional, por las tertulias televisivas, por las radios y los medios digitales, y te entra un sofoco que no veas.

-A ver, compañeros. Que se nos rompe Podemos y en Zamora no nos enteramos. Hay que hacer algo.

-Propongo que nos organicemos en dos, la mitad que se haga de Pablo y la otra mitad de Íñigo. Que no digan que no estamos al loro.

Ahora en serio, si es que me sale. Tengo malas noticias. Podemos no se rompe, como ellos creen o quieren o les gustaría. Con ellos, me refiero a los partidos adversarios con sus innumerables satélites y a las élites económicas a las que tanto asustamos (y nos encanta, porque contra ellas nacimos). Íñigo Errejón es amigo desde la adolescencia de Pablo Iglesias y está encantado de ser su número dos. El día en que el hijo de mi amigo Javier se vaya, el primero que irá detrás será Errejón. Eso es tan seguro como que la tierra gira sobre su eje. Dicho lo cual, daré sin embargo a nuestros enemigos la satisfacción de reconocer que sí que estamos rotos en realidad. Los de Podemos y Podemos como tal.

Claro que estamos rotos, hechos jirones y casi puré. Hemos vivido dos años intensísimos, tremendos, apabullantes en los que hemos levantado un partido nacional de la nada, que es ya el tercero a poca distancia del segundo. Tenemos una fortísima presencia en los parlamentos autonómicos, en los mayores ayuntamientos y en las Cortes del país. Y todo eso se ha logrado con gente común, como yo mismo, sin experiencia política anterior, aprendiendo sobre la marcha, improvisando, equivocándonos cada dos por tres, tratando de organizarnos sin dejar de competir? Claro que tras un maratón así estamos rotos. Lo raro, lo milagroso, es que seguimos vivos, en marcha. En el último y duro año electoral mucha gente se nos ha ido quedando por el camino, mientras los demás teníamos que seguir corriendo sin tiempo para mirar a atrás y tratar de recuperarlos. Y por eso estamos ahora celebrando asambleas internas para recomponer consejos ciudadanos o para elegir nuevos secretarios generales. Y por eso hay discusiones, fricciones y compañeros que viendo las cosas de modo diferente entienden que mejor se hacen a un lado y conjugan el verbo dimitir, que es muy sano.

¿Podemos en crisis? Pues claro que sí. Permanente. Ese es nuestro estado natural: la asamblea, la discusión, el descontento y hasta el cabreo. Un partido de la gente no puede ser un partido borreguil en el que solo manda el pastor. En esos nunca hay más crisis que la de sucesión, cuando hay que cambiar de pastor. ¿Podemos se rompe? No, y menos por la parte de arriba. Podemos se está recomponiendo tras el tremendo maratón electoral. Así que temblad, adversarios. Seguimos aquí abajo, trabajando, sonriendo y dispuestos a transformar este país, que se merece un gobierno infinitamente mejor que los padecidos hasta hoy.