Ser menor de edad no es un salvoconducto a la impunidad. Ser menor de edad no implica solo derechos, también deberes. Ser menor de edad no da carta blanca para la comisión de delito alguno, ni leve, ni grave. La única defensa esgrimida por el asesino del guardia civil zamorano José Antonio Pérez en un control de alcohol y drogas en Barbastro (Huesca) ha sido esa frase corta, contundente, que muchos menores aducen como si se tratara de una licencia para hacer lo que les viene en gana.

Si bien es verdad que el Estado debe proteger a la infancia, no es menos cierto que la sociedad debe saber que esa protección no les da carta blanca para hacer lo que se les ponga en las narices, con alcohol y sin alcohol, con droga y sin droga. Y que si cometen actos delictivos en perjuicio de otros menores o de adultos, se convierten de inmediato en sujetos de investigación para un castigo penal. El joven de 17 años que, al parecer, de forma salvaje e intencionada, se llevó por delante la vida de un hombre, además agente de la autoridad, no puede quedar sin castigo. Las carreteras españolas no pueden convertirse en nido de salvajes de asfalto, al más puro estilo de aquel legendario "Mad Max, salvajes de autopista". Porque ni en ciencia ficción se pueden consentir ciertos comportamientos.

No hay eximente alguno para el conductor de 17 años que conducía bajo los efectos de las drogas. Entre otras cosas porque no era la primera vez que lo hacía. Lo de menos es si es de etnia gitana, si le había cogido el coche a su padre por enésima vez y si este, también consumidor de estupefacientes, cuenta con un buen número de antecedentes delictivos. Lo importante es que este chico, que lejos de asumir su responsabilidad apeló al consabido "soy menor", recurso que emplean cada vez más menores para eludir sus responsabilidades, es un peligro social, dentro y fuera de la carretera.

Al parecer todos los ocupantes eran primos, todos menores, ninguno tenía carné de conducir y habían salido "a pasear con el coche". Luctuoso paseo. Tuvo que ser una escena dantesca, horrible. El agente de la Benemérita también tiene esposa e hija. Una viuda y una huérfana que lo son debido al comportamiento, no ya imprudente, sino salvaje, agresivo, asesino, de un menor que se escuda en su edad para intentar librarse de una pena que hay que imponerle. No sé si un correccional será la solución. Yo no creo en ciertas formas de redención. Pero lo que bajo ningún concepto se puede permitir es que ese menor quede en libertad.

Estamos ante un fenómeno alarmante y que va en aumento. La laxitud de las penas cuando el menor perpetra el delito que sea es escandalosa. Nadie los criminaliza pero eso no es óbice para abrir los ojos a la realidad. Solo nos queda esperar que se haga justicia y dar un fuerte abrazo a la gran familia española de la Guardia Civil, a la esposa, hija y familiares de José Antonio Pérez. Le quedaban unos meses tan solo para jubilarse.