Ha transcurrido casi una semana desde el doble fracaso de la investidura de Pedro Sánchez y no se vislumbra en el panorama político ni una nueva señal que pueda mantener viva la esperanza de algún pacto capaz dar al traste con la amenaza de la repetición de las elecciones. Las cosas están igual que antes y nadie apuesta por que algún acuerdo llegue a producirse en las circunstancias actuales. Ni siquiera el rey, que ya transmitió al presidente de las Cortes que queda a la espera de que los partidos lleguen a alguna alianza que garantice la investidura.

Las fuerzas políticas han empezado a moverse un poco, eso sí, pero con escasas ganas y posibilidades de conseguir algo positivo. La impresión predominante es la de siempre: que cada cual está a lo suyo, y que aunque otra cosa digan, eso es lo único que de verdad les importa: el poder. Las prisas han sido la justificación de que el PSOE haya aceptado, bajo la presión de Ciudadanos, que el PP entre en la negociación, al igual que casi todos los demás partidos, incluido Podemos y sus satélites. Pero las distancias siguen marcadas y los socialistas han rechazado una reunión convocada por Iglesias, por vetar una vez más a Rivera. Así se está: ahora dos semanas más, la interrupción de Semana Santa y luego habrá de verse si llega la hora de la verdad, de tomar decisiones en uno u otro sentido.

Por lo pronto los partidos preparan ya estrategias para las campañas de mayo y junio, empezando por un PP dispuesto a recuperar algo de esos cuatro millones de votos perdidos en diciembre. No será así, porque el rechazo a Rajoy es cada vez mayor, incluso entre los suyos y sus propios votantes. Y porque la corrupción sigue siendo noticia cada día en los medios. En el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas, el paro continúa siendo la primera preocupación de los españoles pero detrás y ya más cerca se contabiliza la corrupción, que en el último mes se ha incrementado en ocho puntos. Y de las conversaciones de Rajoy con Sánchez y Rivera nada saldrá, porque el PP sigue queriendo gobernar por ser el partido más votado, porque ni Sánchez ni Rivera aceptan a Rajoy, y porque el PSOE no renuncia a que su candidato sea el presidente del Gobierno del cambio.

Cualquier mínima probabilidad de que al final, en abril, se llegue a un pacto se limita, parece, a alguna fórmula de entendimiento entre PSOE, Ciudadanos y Podemos, siendo Iglesias otra vez quien tendrá la última palabra. Al respecto, las relaciones entre Sánchez e Iglesias están peor que nunca mientras Sánchez y Rivera mantienen las líneas básicas del acuerdo que les llevó a unirse para fracasar, aunque el líder de Ciudadanos ahora hable de conformidad con el pacto pero sin fijar candidato. Y Podemos, que está sufriendo otra dura crisis interna pues muchos de sus afiliados son partidarios de apoyar al PSOE, no cede para nada. Igual que no ceden los demás en el rechazo a cualquier referéndum secesionista que pueda poner en peligro la unidad de España. Las políticas sociales de los tres partidos coinciden en muchos puntos, pero sus programas económicos, en ninguno. Habrá elecciones.